La banca en tiempos de cambio

01La banca en tiempos de cambio

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La estabilidad y resiliencia del sector bancario son vitales para afrontar las disrupciones y transiciones en curso, en particular, el cambio climático. Pasar del pesimismo al optimismo no es fácil, pero juntos podemos conseguirlo.

 

Que un directivo de un banco central como Fabio Panetta describiera el contexto actual con el título de una película tan increíble y surrealista como Todo a la vez en todas partes es señal inequívoca de que vivimos tiempos desafiantes. Panetta, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), recita de un tirón las sacudidas de la economía global en los últimos tres años: “una pandemia, disrupciones severas de la cadena de suministro, una guerra, una crisis energética y ahora tensiones en los mercados bancarios”. Todas plantean un reto nada envidiable a líderes como él: navegar entre la infrarreacción y la sobrerreacción, extremos con los que se corre el riesgo de empeorar la situación. Como apunta, “no hay soluciones simples”.

Estamos ante lo que se conoce como policrisis, un cúmulo de catástrofes que está afectando al sector bancario como nunca. Dado que la banca es fundamental para la financiación de otros sectores esenciales, desde la salud hasta la energía (ambos en profunda transformación), también son vitales como nunca su estabilidad y resiliencia.

Por fortuna, estamos mejor equipados que nunca para afrontar las disrupciones y transiciones que estamos atravesando. Es la opinión compartida por los expertos que asistieron al Encuentro del Sector Bancario del IESE, celebrado en mayo de 2023 en el campus de Madrid.

Aunque casi hemos dejado atrás la pandemia, el complejo entorno surgido tras 2020 sigue siendo de máxima prioridad para los responsables de la seguridad y fiabilidad de nuestros sistemas financieros.

En este report explicamos qué están haciendo al respecto los banqueros, directivos de bancos centrales, supervisores y reguladores que se reunieron en ese encuentro. También compartimos las investigaciones de los profesores del IESE y las conclusiones del 5º informe del IESE sobre el futuro de la banca, que muestran cómo los líderes utilizan las herramientas afinadas en crisis anteriores para afrontar lo que venga.

Por una visión largoplacista

Podría ser peor. De acuerdo con Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, se han aprendido muchas lecciones de la crisis financiera global de 2007-2008.

De hecho, cuando Silicon Valley Bank quebró a principios de 2023, seguido de Signature Bank y First Republic Bank, el sector financiero global se preparó para lo peor, pero contuvo el contagio (ver “Somos los guardianes de un sistema financiero estable, y me enorgullezco de ello”). Sin estar fuera de peligro, el sistema bancario parece más resiliente, pese a los fallos de supervisión que se cometieron.

Estamos mejor equipados que nunca para afrontar las disrupciones y transiciones en curso

Harold James, historiador económico de la Universidad de Princeton, lo pone en perspectiva. La quiebra del Silicon Valley es un claro ejemplo de pánico bancario, un patrón común en el siglo XIX, pero no tanto después de la Gran Depresión, tras la cual el sector tardó décadas en recuperar la confianza. Ahora que intentamos recuperarla de nuevo se dan muchas de las condiciones que en el siglo pasado propiciaron avances en productividad e innovaciones transformadoras, desde “carestías dramáticas, conflicto y guerra” hasta una “inflación impulsada por la fiscalidad” que incrementa los precios y la impresión de que “la ventaja económica parece un juego de suma cero”, apunta James.

Esto podría ser campo abonado para otra ola de progreso tecnológico o, incluso, una vuelta a la globalización. En su opinión, “si bien el corto y medio plazo es muy incierto, el largo me inspira más confianza (…) Nuestro futuro no es necesariamente tan negro”.

Adoptar una visión largoplacista ayuda a no caer en una espiral de pesimismo. Los temores actuales son reales, pero, como advertía un think tank, no debemos dejar que “priven de atención y recursos a la resolución de (sus) causas, porque eso tiene consecuencias más graves que desvían aún más la atención y los recursos, y así sucesivamente”. El sector bancario trabaja para evitarlo. Veamos cómo lo hace en uno de los mayores riesgos fiscales a largo plazo: el cambio climático.

La banca, hacia el cero neto

“La guerra ha puesto de manifiesto las consecuencias negativas de la dependencia de los combustibles fósiles en las regiones pobres en recursos, así como reforzado el compromiso con la descarbonización en Europa y Estados Unidos”, señala el informe del IESE sobre el futuro de la banca. Según afirma, “eso ha abierto un debate sobre la eficacia de los instrumentos financieros climáticos actuales; la necesidad de otros nuevos –también de deuda soberana– que aceleren la transición climática y protejan a Estados e inversores contra los riesgos climáticos y los relacionados con dicha transición; y la cuestión de si debería vincularse la deuda a la acción climática”.

Onur Genç, consejero delegado del BBVA, desglosó la enormidad del reto de la sostenibilidad en un debate celebrado en el marco del pasado encuentro bancario. Se estima que, para alcanzar el cero neto en 2050, hay que realizar una inversión acumulada de 275 billones de dólares en activos físicos. Eso equivaldría a que cada país gastara anualmente el 8% de su PIB. España debería invertir un mínimo de 100.000 millones de euros al año durante las tres próximas décadas.

Genç charló con Alejandra Kindelan, presidenta de la Asociación Española de Banca (AEB). En su opinión, “los bancos son esenciales” sobre todo en Europa, donde los mercados de capitales no están tan desarrollados ni tienen tantos fondos como en Estados Unidos. “¿Quién tiene capacidad financiera? En Europa, los bancos”, asegura.

Para ambos, los bancos desempeñan un papel clave a la hora de acompañar a sus clientes en la descarbonización, fuente de oportunidades de negocio. A su vez, la exposición al riesgo climático de los bancos disminuye a medida que los grandes emisores de CO2 de sus carteras se descarbonizan.

El BBVA busca mitigar el riesgo climático, para sí mismo y para sus carteras, con equipos temáticos (energía, automoción, construcción o crecimiento inclusivo) que trabajan con los clientes para alcanzar sus objetivos de sostenibilidad.

A los clientes minoristas les ofrece hipotecas verdes y financiación para placas solares y movilidad eléctrica. A los corporativos les financia tecnologías sostenibles a través de fondos de capital como Hy24 (especializado en hidrógeno), Lowercarbon (centrado en las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de carbono) y Fifth Wall (en torno a los materiales de construcción sostenible). El banco también les ofrece bonos sociales, verdes y sostenibles, además de asesorarles en inversión, dándoles acceso a los últimos instrumentos de deuda sostenible.

Desde que el Banco Europeo de Inversiones, conocido como Climate Awareness Bond (CAB), lanzara el primer bono verde, en 2007, estas soluciones no han parado de crecer en el sector público. En los países en desarrollo pueden cambiar en profundidad “la arquitectura de las finanzas internacionales”, incluidos “los instrumentos de deuda que ajustan automáticamente el servicio de la deuda en grandes shocks exógenos (como catástrofes climáticas) y los que invitan a los deudores a tomar medidas para reducir la vulnerabilidad a tales shocks”, apunta el mencionado informe. Además, contribuyen a llevar dinero allí donde más se necesita y a mitigar los riesgos climáticos de todo el planeta.

En el punto de mira

¿Qué más pueden hacer los bancos ante las catástrofes climáticas? Un nuevo estudio de los profesores de Dirección Financiera del IESE Carles Vergara y Xavier Vives sobre el riesgo climático, la información blanda y la oferta crediticia sugiere que los pequeños bancos locales también pueden despuntar en la lucha contra el cambio climático.

Vergara y Vives han estudiado veinte años de datos de préstamos bancarios en España, donde han aumentado los incendios forestales. ¿Cómo afectan las condiciones climáticas a la actividad prestataria? ¿Qué efectos tienen los desastres relacionados con el clima en la economía y el ecosistema empresarial local, necesitado de créditos para reconstruirse y mantener el empleo?

¿Cómo afectan las condiciones climáticas a la actividad prestataria?

Aunque la consolidación –fusión de bancos pequeños para crear entidades grandes y diversificadas– es la solución tradicional, su análisis muestra que los pequeños bancos locales ejercen una función importante.

“Los bancos centrales te dirán que, para abordar, mitigar y cubrir los riesgos climáticos, necesitas bancos grandes porque, cuando hay incendios en Grecia, España o Italia, por ejemplo, un banco que opere a escala europea puede diversificar esos riesgos”, afirma Vergara. “Eso es cierto hasta cierto punto, pues hemos descubierto que hay matices”, puntualiza.

“El crédito suele disminuir cuando se produce un gran desastre climático, pero lo hace de forma menos pronunciada allí donde hay más bancos locales”, asegura.

Ello se debe a que estos “reúnen mucha información ‘blanda’: están cerca de sus clientes, pegados al terreno, por lo que pueden evaluar y velar por los intereses locales. Tras una catástrofe climática, los bancos locales están mucho mejor posicionados para identificar a quiénes deberían seguir prestando dinero y a quiénes no”.

De hecho, en las zonas damnificadas donde había bancos locales se concedieron más créditos, lo que se tradujo en una menor pérdida de empleo. El estudio descarta que los bancos locales estuvieran dispuestos a asumir más riesgos, al carecer de las oportunidades de inversión propias de los grandes bancos. “Comprobamos las tasas de impago de los préstamos de aparentemente mayor riesgo para ver si eran más altas en esas zonas, pero no encontramos ningún aumento significativo de los impagos”, constata Vergara.

Aunque recientemente se ha debatido someter a un mayor escrutinio a los bancos medianos –como SVB, Signature y First Republic– por su riesgo de ocasionar pérdidas descomunales, convendría un enfoque más medido y contextualizado para evitar que solo queden instituciones demasiado grandes para caer.

En una conferencia organizada por el Banco de España en junio de 2023, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de EE. UU., reconoció que “debería preservarse la diversidad de tamaño del sistema bancario de un país” en aras de la estabilidad financiera. Ello podría incluir “la necesidad de reforzar nuestra regulación y supervisión de las instituciones del tamaño de SVB”, para lo cual, apostilló, recibiría de buen grado propuestas para hacerlo como es debido.

Cómo contabilizar las crisis

Otra iniciativa para mejorar la resiliencia de la banca es una nueva norma de contabilidad de la que la mayoría no ha oído hablar. Calificada como “una revolución silenciosa del modelo de negocio de los bancos” por McKinsey & Company y como “punto de inflexión” por Moody’s Analytics, pretende que los bancos estén más preparados para afrontar los préstamos malos.

La Norma Internacional de Información Financiera 9 (NIIF 9), tal y como la denominan los contables de los bancos, se aplicó en Europa en 2018, tras la crisis financiera global; tiempo suficiente para saber cómo ha funcionado durante la siguiente crisis global.

Veamos primero qué implica. Para ayudar a los bancos a prepararse para un empeoramiento brusco de una mala situación, la NIIF 9 les exige que provisionen parcial y anticipadamente sus préstamos ante las expectativas razonables de pérdidas en el primer año.

Hasta entonces, no se exigía provisión alguna –en forma de moras o incluso impagos– hasta que era evidente la gravedad del problema. En retrospectiva, la antigua norma pecaba de “demasiado poco y demasiado tarde”.

¿Se ha pasado del “demasiado poco y demasiado tarde” a “demasiado y demasiado pronto” para unos bancos ya de por sí tensionados?

Sobre el papel, la NIIF 9 suena bien y prudente: exige a los bancos que prevean y asuman antes una mayor responsabilidad por sus préstamos para evitar quiebras y los consiguientes y onerosos rescates a cargo de gobiernos y contribuyentes.

Sin embargo, hay quienes critican la carga extra que supone. ¿Se ha pasado del “demasiado poco y demasiado tarde” a “demasiado y demasiado pronto” para unos bancos ya de por sí tensionados? ¿Acabará la NIIF 9 siendo procíclica en el sentido de mejorar los buenos tiempos y agravar los malos? El cambio de norma se planteó para no exacerbar los problemas justo cuando los bancos necesitaban reunir el máximo de recursos. ¿Ha tenido éxito hasta ahora?

Los profesores de Contabilidad y Control del IESE Germán López Espinosa y Fernando Peñalva aprovecharon la pandemia para averiguarlo. Tras analizar los bancos cotizados españoles durante los años que precedieron y sucedieron a la entrada en vigor de la NIIF 9 y los posteriores a la crisis de la COVID-19, aportaron evidencias donde antes no había ninguna.

Su estudio ofrece buenas noticias y otras no tanto. Los bancos pequeños que, responsablemente, anticiparon pérdidas crediticias, con la nueva norma terminaron perdiendo menos dinero. En el caso de los grandes, todos aumentaron su capital regulatorio –un amortiguador de las pérdidas inesperadas que puede ser vital en una crisis–, cuando se introdujo la NIIF 9, por lo que esta no tuvo efecto alguno sobre ellos. Cuando llegó la pandemia, solo los bancos grandes –no así los pequeños– siguieron acumulando reservas de capital.

Los profesores advierten de que los shocks realmente inesperados son, como es lógico, imposibles de prever, y remarcan que la nueva norma de contabilidad no es tan procíclica como la anterior. En tiempos de crisis, solo los bancos pequeños experimentaron sus efectos procíclicos, mientras que los grandes, tanto en tiempos de crisis como si no, estaban más protegidos frente a un deterioro de la economía. Por tanto, el sistema bancario debería ser más seguro en su conjunto.

La tendencia es mirar al futuro, aunque eso añada otro dolor de cabeza: las predicciones nunca son tan fiables como los resultados pasados. Además, las cifras más relevantes para el mañana carecen, en parte, del consuelo que brindan las cifras fiables del pasado; una contrapartida con la que están familiarizados los profesionales de un gran número de campos.

De todos modos, merece la pena estudiar una crisis tan inesperada como la pandemia para mejorar una futura respuesta ante otra. Es una dinámica útil para abordar la próxima crisis, ya sea bancaria, sanitaria, climática, geopolítica o una combinación de todas.

Responsabilidad compartida

Según David Vegara, consejero ejecutivo y CRO del Banco Sabadell y secretario de Estado de Economía español de 2004 a 2009, “nos encontramos en uno de esos escasos momentos en los que nos ponemos a trabajar antes de que haya aparecido el problema”. Así lo afirmó en el reciente encuentro del IESE.

“No digo que el cambio climático no haya aparecido –lo ha hecho–; me refiero al problema del cambio climático y su relación con los bancos. Por lo general, la regulación reacciona ante los acontecimientos: cae un banco y entonces aprendemos a gestionarlo mejor; pasa algo en una compañía de telecomunicaciones y ponemos una regulación. Ahora nos enfrentamos a un montón de cosas que ocurren a la vez, y es fundamental que todos juntos –autoridades, supervisores, reguladores y la industria– leamos bien la situación. Y que cuando veamos algo que no funciona, lo cambiemos rápidamente.”

Los retos nos exigen ser flexibles

Vegara debatió sobre los retos de la banca y la energía con Beatriz Corredor, presidenta de Redeia. Para ella, “la buena noticia es que nos hemos dotado de los instrumentos internacionales, financieros, políticos y de gestión de gobernanza para afrontar mejor estos retos. Eso nos exige ser flexibles. Todas las empresas de todos los sectores deben adaptarse, alinear fortalezas y asumir responsabilidades sociales” (ver “No hay rentabilidad económica sin rentabilidad social”).

Un equilibrio delicado

En los últimos meses, la Fed y el BCE han vuelto a subir los tipos de interés en previsión de una inflación demasiado elevada (aunque está bajando) por mucho tiempo. Lógicamente, los costes de los préstamos se han disparado, lo que ralentiza su crecimiento. Pero, para que la inflación baje a los niveles deseados, se necesitan restricciones crediticias y una caída de la demanda.

El reto es encontrar el equilibrio: controlar la inflación sin provocar un aterrizaje duro de la economía que derive en desempleo e inflija más daños financieros. Ahora que los bancos centrales traspasan las fronteras para ver cómo sus homólogos equilibran la balanza, hay esperanzas de que continúe la cooperación. Es decir, se espera una vuelta al tipo de globalización de la que habló James, caracterizada, según explicó, por “importantes ganancias de productividad” y “la supresión de barreras al comercio”, pero también por un “consenso sobre un marco monetario estable y aplicable a nivel internacional”.

James hizo memoria de esos momentos: “Los gobiernos asumieron muchas más tareas relacionadas con la gestión de la economía, incluido el rumbo de la liberalización del comercio”. Según recordó, hubo un mayor activismo fiscal orientado a proporcionar un seguro a los mercados, así como una mayor conciencia sobre la importancia de las políticas eficaces y de analizar cómo se gasta el dinero para hacerlo de forma productiva. “Las turbulencias de las últimas semanas y la reflexión sobre el coste fiscal de los rescates bancarios no harán sino aumentar las peticiones de una mayor monitorización de la eficacia del gasto público”, vaticina James.

Después de todo, la única manera de encarar los grandes retos existenciales es mediante la cooperación global socialmente responsable.

VER The financial consequences of the war in Ukraine, panel moderado por Xavier Vives, con la participación de Harold James, entre otros, en el marco del 49º Congreso Anual de la European Finance Association, celebrado en el IESE en agosto de 2022.

+INFO:

“Climate Risk, Soft Information and Credit Supply”, documento de investigación de Carles Vergara y Xavier Vives, con Laura Álvarez y Sergio Mayordomo, ambos del Banco de España (2023).

Carles Vergara agradece el apoyo de la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España y del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (TED2021-131238B-I00, MCIN/ AEI/10.13039/501100011033) y de NextGenerationEU/PRTR

Evidence from the adoption of IFRS 9 and the impact of COVID-19 on lending and regulatory capital in Spanish banks”, de Germán López Espinosa y Fernando Peñalva, en Journal of Accounting and Public Policy (2023).

Germán López Espinosa y Fernando Peñalva agradecen el apoyo de MCIN/ AEI/10.13039/501100011033 y de PID2019-105227RB-I00 y PID2019-111143GB-C31, respectivamente.

5º Informe sobre el futuro de la banca, The international economic and financial order after the pandemic and war, de Giancarlo Corsetti, Barry Eichengreen, Xavier Vives y Jeromin Zettelmeyer, publicado por el IESE y el Centre for Economic Policy Research (2023). Ver “El nuevo orden financiero mundial tras la pandemia y la guerra”.

“Navigating the wave of inflation”, vídeo resumen del Encuentro del Sector Bancario del IESE, organizado por el Center for International Finance y celebrado en el IESE de Madrid el 16-17 de mayo de 2023.

Caso sobre la caja de ahorros Abanca, de Josep Tàpies, Jorge Soley, Chris Eufinger y Xavier Costa, disponible en IESE Publishing.

Competition and stability in banking: the role of regulation and competition policy, de Xavier Vives (Princeton University Press, 2016). Ver “La necesaria conciliación entre competencia y regulación en la banca”.

 

La apuesta bancaria por el clima

Los bancos incluyen cada vez más el riesgo climático en su función supervisora en aras de la estabilidad financiera

Por Nuno Fernandes

A la hora de abordar el cambio climático, existe una gran brecha de financiación entre la necesidad urgente de capital (demanda) y quienes pueden ofrecerlo (oferta), o sea, los bancos y otras instituciones financieras.

Aunque, por sí mismos, los bancos no sean quienes más contaminan, su financiación de grandes emisores los convierte en contribuyentes indirectos del cambio climático y los expone a riesgos adicionales, sobre todo si sus clientes acarrean un gran impacto en sus finanzas (debido a fenómenos climáticos, pérdidas en activos varados o flujos de caja futuros afectados por la transición climática). Por eso, los bancos incluyen cada vez más el riesgo climático en su función supervisora en aras de la estabilidad financiera y la transición hacia activos bajos en carbono con políticas verdes prudenciales.

Actualmente, se debate cómo integrar los riesgos relacionados con el clima en Basilea III, el marco regulatorio para la banca acordado internacionalmente. Si, como se sostiene, los activos verdes entrañan un menor riesgo físico y de transición, también podrían implicar un menor riesgo financiero para las instituciones crediticias. En ese caso, los requisitos de ratio de capital podrían aplicarse proactivamente, es decir, reducirse para los activos verdes (préstamos y bonos) en el balance. Así se liberaría capital bancario para más préstamos verdes y se incentivaría a la banca a ampliar su cartera de préstamos verdes.

Otra medida sería agregar muchos préstamos o hipotecas verdes de tamaño pequeño en activos titulizados. Eso podría atraer a los inversores institucionales y ayudaría a movilizar fondos para proyectos y empresas pequeños.

En Europa, cada banco central o el Banco Central Europeo (BCE) supervisan la mayoría de los activos bancarios con un único mecanismo. Al considerar el cambio climático como un riesgo para las métricas y actividades de las instituciones financieras (riesgo de seguros, crediticio, de mercado, operacional y de liquidez), el BCE, junto con las autoridades nacionales, ha emitido estas recomendaciones:

Los bancos deberían anticipar, monitorizar y mitigar los riesgos climáticos a corto, medio y largo plazo en la concesión y gestión del crédito. También deberían evaluarlos en relación con la planificación de capital, liquidez, valoración del riesgo de contraparte, precios, valoración, responsabilidad y reputación.

Los bancos deberían comunicar internamente datos agregados de riesgo sobre su exposición al riesgo climático e incorporar este último al marco de apetito de riesgo. De esta manera, los órganos de dirección pueden tomar decisiones informadas, divulgar la información relevante al respecto e integrar métricas clave en su información no financiera.

FUENTE: el libro Climate Finance, del profesor del IESE Nuno Fernandes, detalla las cuestiones financieras relacionadas con el clima para altos directivos, banqueros y otros profesionales. Ver
Cómo financiar la lucha contra el cambio climático.

Sectores en transición

02La banca en tiempos de cambio

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Revisa si cumples con alguna de las cuatro condiciones que preceden a una disrupción del mercado. ¡Y prepárate para afrontar los retos!

EL TEST DE LA DISRUPCIÓN

Existe una alta probabilidad de que se produzca una disrupción del mercado cuando se dan, al menos, dos de estas cuatro situaciones:

1 Gran mercado con fuertes presiones financieras

2 Usuarios con necesidades insatisfechas

3 Ineficiencias en el mercado

4 Modelos de negocio disruptivos con nuevos actores

He aquí cinco sectores que necesitarán a la banca, en mayor o menor medida, para financiar su transición. ¿Es el tuyo uno de ellos?

ENERGÍA

1 La descarbonización europea necesita del impulso de la oferta de energía limpia, pero la captación financiera topa con la fuerte competencia de la regulación de EE. UU. y el encarecimiento de la energía por la guerra en Ucrania.

2 Existe una gran incertidumbre sobre el modelo de integración de las renovables eléctricas para preservar la firmeza, flexibilidad y resiliencia del actual sector eléctrico.

3 La transición de lo tradicional (petróleo y gas) a lo nuevo (electricidad e hidrógeno descarbonizados) provocará desajustes entre la oferta y la demanda de hidrocarburos.

4 Crece la inversión en tecnologías disruptivas (hidrógeno verde, combustibles sintéticos, etc.).

SALUD

1 Las economías avanzadas dedican un porcentaje cada vez mayor de su PIB a la sanidad, que compite con la transición verde y la digital por obtener financiación en un contexto de alta inflación, abultada deuda y ralentización del crecimiento.

2 El mundo envejece y los nuevos mayores exigen atención 24x7 en cualquier lugar, pero el sistema se está quedando obsoleto.

3 Los estudios muestran que el 30% de los fondos dedicados a la sanidad no se traducen en una mejora de la salud.

4 Los gigantes tecnológicos como Amazon, Apple o Google rivalizan por convertirse en el nuevo gigante del sector sanitario.

SEGUROS

1 Es el quinto mercado con mayor peso en el espacio económico europeo. El incremento de la presión inflacionista se ve compensado por la subida de tipos de interés.

2 La denominada brecha de cobertura afecta en especial a los mayores de 50 años y al segmento joven, que demanda flexibilidad y nuevos productos como los seguros de coche 'pay as you go'.

3 La contratación de seguros resulta engorrosa y complicada en algunos casos, igual que la gestión y solución de ciertos siniestros.

4 Emergen con fuerza las 'insurtechs', que utilizan inteligencia artificial y ¡machine learning' para ofrecer seguros más personalizados y eficientes.

ALIMENTACIÓN Y BEBIDAS

1 Se trata de un mercado muy relevante, que se enfrenta a grandes fluctuaciones del precio de la materia prima, con alta concentración de la distribución, crecimiento del peso de marcas del distribuidor, una competencia intensa y complejidad regulatoria.

2 Crece la demanda de alimentación saludable y sostenible, así como la búsqueda de comodidad, conveniencia y experiencias gastronómicas.

3 Se produce un gran desperdicio de alimentos, con intermediación excesiva, largos trayectos de transporte y necesidad de almacenamiento.

4 Crece el peso del 'foodtech', los supermercados online, las plataformas de servicio a domicilio y la venta directa del productor.

MOVILIDAD

1 El mercado está estancado, pero el sector debe sufragar la transición al motor eléctrico. Mientras la mayoría

2 Mientras la mayoría de usuarios no puede permitirse un coche eléctrico, existe una gran incerteza sobre qué vehículos podrán circular en las zonas de bajas emisiones.

3 Aún estamos lejos de la economía circular, escasean los puntos de carga y faltan trabajadores cualificados e interesados en el sector.

4 Los fabricantes chinos ganan relevancia tanto en producción como en tecnología. Mientras, el sistema de distribución evoluciona hacia un modelo de agencia.

FUENTE: conversaciones con los directores académicos de los IESE Industry Meetings Juan L. López Cardenete (Energía), Núria Mas (Salud), Miguel Duro (Seguros), Miquel Lladó (Alimentación y bebidas) y Marc Sachon (Movilidad).

+INFO: www.iese.edu/industry-meetings

Jamie Dimon: Somos los guardianes de un sistema financiero estable

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“El Gobierno nos invitó, junto con otros, a dar un paso al frente, y lo dimos”. Así se expresó el conocido banquero estadounidense Jamie Dimon el pasado 1 de mayo, cuando anunció que JPMorgan Chase había accedido a rescatar de la quiebra al First Republic Bank.

El First Republic era el tercer banco regional –junto con Silicon Valley Bank y Signature Bank– que colapsaba a principios de 2023, tras los pánicos bancarios que despertaron el temor a otra crisis financiera global. JPMorgan Chase puso en valor su “fortaleza financiera, capacidades de ejecución y modelo de negocio” para cubrir los depósitos del First Republic y, de ese modo, minimizar el coste para el fondo de garantía de depósitos del Gobierno federal y evitar un rescate público del sector bancario parecido al de 2008.

En una entrevista programada previamente, Dimon tocó este tema con la profesora Mireia Giné, directora del departamento de Dirección Financiera en el IESE, justo el día en que JPMorgan Chase compró el First Republic.

Dimon y Giné hablaron del rescate y otros desafíos, desde la regulación hasta la competencia, que obligan a que “permanezcamos vigilantes, ávidos, adaptables, rápidos y disciplinados (…), siendo una fuente de fortaleza en tiempos difíciles” (en palabras de la Carta a los accionistas del propio Dimon).

MG: ¿Cuáles fueron las razones para rescatar el First Republic?

JD: En primer lugar, no era ninguna dádiva. Debía tener sentido para nuestros accionistas complementar nuestro negocio y ayudar a consolidar nuestra estrategia. Segundo, teníamos que ser capaces de asumirlo financieramente y cubrir nuestra exposición, y pudimos hacerlo. Y tercero, era muy bueno para el sistema bancario estadounidense en su conjunto, y por eso dimos un paso al frente cuando el Gobierno nos lo pidió.

MG: Esta crisis nos recuerda que, por pequeños que sean los bancos, si fallan, las consecuencias son sistémicas. De hecho, buena parte de la legislación implementada desde 2008 se diseñó para evitar el contagio a gran escala y los rescates gubernamentales. Ahora, la pregunta es: ¿está funcionando?

JD: Parece que las cosas se están calmando. Sin embargo, el sistema bancario siempre tiene un punto de fragilidad. Si tienes demasiada exposición a los tipos de interés, ya sea en la banca o el sector inmobiliario, deberías corregirla, porque no sabes si los tipos van a volver a subir para frenar la inflación.

Estos bancos en particular están muy expuestos a los tipos de interés, tienen mucho dinero prestado a tipos bajos y gran cantidad de depósitos no garantizados concentrados en unos pocos grandes tenedores, que pueden –y así lo hicieron– moverse rápidamente. Todo eso se conocía y se sabía, por lo que, más que sorprendernos, debería recordarnos que las cosas terribles en las que no sueles pensar en tu día a día pueden provocar, de repente, el pánico en otras personas.

MG: ¿Hubo falta de supervisión y control regulatorio de estos bancos?

JD: Tenemos cientos de regulaciones. Un CCAR (siglas en inglés de Análisis y Revisión Integral de Capital) tiene 200.000 páginas. El problema con las regulaciones y estas pruebas de estrés para los grandes bancos estadounidenses es que uno piensa que ya está todo solucionado, lo que lleva a una falsa sensación de seguridad. En el caso del Silicon Valley, se disponía de una prueba de recuperación y resolución, pero ni siquiera se llevó a cabo.

No estoy en contra de la regulación, pero tendré a miles de personas trabajando durante seis meses en un CCAR cuando los riesgos que realmente me preocupan son el cibernético, una pandemia, una guerra y una recesión. Preferiría tener un debate sobre qué cosas se han de basar en pruebas, cuáles son de sentido común, qué reglas se deben implementar y en qué deberíamos centrarnos aquí y ahora para evitar que algo suceda. Eso sería, para mí, una manera de gestionar mejor el riesgo.

MG: La regulación añade complejidad. La ley Dodd-Frank aprobada tras la crisis financiera de 2008 se relajó diez años después para, en parte, reducir esa complejidad. Pero hay quien achaca la reciente crisis a ese relajamiento. En Europa, el marco regulatorio para los bancos pequeños y medianos sigue siendo mucho más estricto, sobre todo en lo relativo a las limitaciones de liquidez, aunque tenemos nuestros propios defectos, como menos alternativas de ahorro y, por tanto, menos competencia. ¿A qué otros riesgos deberían estar atentos los bancos europeos?

JD: Debido a la pandemia, tuvimos un gasto fiscal y una expansión cuantitativa nunca vistos, y eso sigue estando en el sistema. Deberíamos prepararnos para unos tipos de interés de hasta el 6%. No creo que la inflación vaya a bajar lo suficiente en un futuro cercano.

MG: Parece que estamos pasando de un largo período de tipos bajos a otro de tipos altos y de una expansión a una restricción cuantitativa, que está retirando liquidez y aumentando el riesgo crediticio. Más allá de este contexto macro, ¿qué me dice de los desafíos, en concreto los vinculados a la tecnología, de la transformación de los negocios?

JD: Estamos invirtiendo en más ingenieros y científicos de datos para la investigación en IA. Ya usamos el aprendizaje automático para detectar fraudes al consumidor, ayudar a tomar decisiones de cobertura en tiempo real y ofrecer a los clientes productos y servicios de relevancia. Y eso no es más que la punta del iceberg. La IA en la nube digital crece de un modo espectacular. Actualmente, tenemos a 3.000 personas trabajando en IA, una cifra que creo que va a duplicarse cada tres años, durante décadas.

MG: Una vez que esta automatización haya alcanzado elevados niveles de anticipación y predictibilidad, me pregunto qué pasará con la banca relacional. Quizá vamos hacia un tipo de modelo bancario más transaccional o la IA ayudará a impulsar de algún modo la banca relacional…

“El sistema bancario siempre tiene un punto de fragilidad”

MG: ¿Cómo va a evolucionar el ecosistema de pagos en la próxima década?

JD: Aunque las criptomonedas me parecen una farsa absoluta, el blockchain me interesa desde hace mucho tiempo. Básicamente, es un registro electrónico que permite mover el dinero de forma casi instantánea y verificarlo y rastrearlo de extremo a extremo. También permite tokenizar activos. Así, por ejemplo, podrías comprar el 1% de un activo de forma rápida, segura, fiable y rastreable. Sin embargo, tal vez tengamos que esperar entre cinco y diez años para que el blockchain sea mayoritario, ya que se ha implementado muy poco. El potencial está ahí.

MG: ¿Qué le parece la colaboración de Apple con Goldman Sachs para ofrecer servicios bancarios?

JD: Está por ver si funciona. Apple dispone de ingentes cantidades de datos, pero su ecosistema es diferente al de un banco. Nosotros guardamos dinero, lo movemos, gestionamos y prestamos. Si lo único que hace Apple es ofrecer los mismos servicios pero más baratos –si solo busca enfrentarse a los bancos o ser una “marca blanca”–, no es un modelo que vaya a funcionar muy bien.

MG: Pero Apple tiene una marca fuerte, un elevado nivel de confianza, una escala masiva, un balance muy grande, toneladas de recursos y cuantiosos datos. Y sabemos que la venta minorista y las finanzas van de la mano. ¿Por qué no íbamos a pagar con un iPhone, sin necesidad de cuentas bancarias, Visa o MasterCard? ¿El siguiente paso es captar depósitos con un tipo de interés algo más alto que el ofrecido por los bancos? ¿Podría esto cambiar el panorama de la competencia por los depósitos? ¿Existe una ventana de oportunidad para los “no bancos”?

JD: Es una incógnita. Desde luego, existe competencia en la provisión de pagos, como Stripe o PayPal. Pero el dilema que tengo con algunos de estos neobancos y tecnologías de las finanzas es si están sujetos a las mismas obligaciones y protecciones del cliente que ofrecen los bancos tradicionales. Considero que somos los guardianes de un sistema financiero estable, y me enorgullezco de ello. Los mismos productos se deberían regular del mismo modo, sobre todo si acarrean los mismos riesgos. No puede haber una carga regulatoria para nosotros y ninguna para ellos. Con todo, hay que reconocer que algunas de estas tecnologías financieras han ideado servicios estupendos, algo que podríamos haber hecho nosotros pero no hicimos, se nos adelantaron o simplemente lo hicieron mejor. Las empresas debemos hacer autocrítica.

MG: Lo que me lleva a mi última pregunta, relacionada con el estilo de dirección: ¿podría hablarnos de esa necesidad de tener compañeros de sparring para mantenerle en forma?

JD: Tengo doce informantes directos, pero en tiempos de crisis pueden ser más. Nos reunimos varias veces al día, en lugar de una vez a la semana, y todos podemos añadir temas en la agenda. Si nos vemos, quiero lo mejor de ti y que traigas a quien consideres. No quiero oír “Isabella, abajo, es la especialista en esto”. Quiero a todos los expertos en la sala. Cuantos más participemos, más inmediatas serán las reacciones y más probable será que tratemos los asuntos seriamente.

MG: ¿Qué legado le gustaría dejar?

JD: Quiero dejar la empresa mejor de lo que la encontré. Hagas lo que hagas –ya seas médico, enfermero, profesor, conserje o director general–, trata siempre de contribuir a hacer del mundo un lugar mejor y como mejor sepas. Me gusta escuchar historias de personas que así lo han hecho o que expresan su gratitud porque alguien dejó una huella positiva en ellos o en el mundo. Y, para mí, la familia es incluso más importante que la empresa. Esas son cosas por las que me gustaría ser recordado.

Beatriz Corredor: No hay rentabilidad económica sin rentabilidad social

04La banca en tiempos de cambio

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Cuando, hace dos décadas, Beatriz Corredor entró en política, apenas se consideraba la responsabilidad social como un asunto prioritario o, incluso, a tener sobre la mesa. “Se hablaba mucho de contabilidad, pero se nos había olvidado rendir cuentas con la sociedad. Y no hay rentabilidad económica sin rentabilidad social”, afirma la exministra de Vivienda de 2008 a 2010.

El pasado mayo, Corredor participó en una mesa redonda sobre los retos de los sectores energético y bancario, ambos estratégicos, durante el Encuentro del Sector Bancario en el campus del IESE en Madrid, organizado por el IESE Center for International Finance (CIF). Como presidenta de Redeia, gestor de infraestructuras eléctricas y de telecomunicaciones español, y consejera asesora de la asociación sin ánimo de lucro Women Action Sustainability, cree que “España tiene la responsabilidad de ser el motor renovable de Europa”.

En esta entrevista, Corredor explica cómo la empresa que preside afronta la transición ecológica, la transformación digital y la sostenibilidad financiera en medio de un contexto de elevada inflación, escalada en el coste de la energía y cambios en los hábitos de consumo. Cuenta, también, por qué la interconexión energética de España y Francia es imprescindible para que la Unión Europea pueda beneficiarse de las renovables de la península ibérica.

¿Qué tienen en común los sectores energético y bancario?

Somos la sangre y savia que hace funcionar las sociedades y los países. Sin energía y sin financiación, hay muy poco que se pueda hacer en ningún sitio tanto a nivel macro como micro. Ambos sectores tenemos ante sí dos transiciones: la ecológica hacia una economía descarbonizada y la digital hacia un país totalmente conectado. Redeia tiene la responsabilidad de ser la columna vertebral de ambas transiciones en favor del interés general.

Nos enfrentamos a una incertidumbre absoluta, un escenario en el que “nada es permanente a excepción del cambio”, tal y como advirtió Heráclito hace 2.500 años. De hecho, conviene recordar que el cambio es la norma, y que no hay nada a lo que nos enfrentemos hoy que no lo hayamos hecho antes. En la primera mitad del siglo XX, hubo una guerra, una pandemia y una crisis económica. Y la primera mitad del siglo XXI es inquietantemente igual: una crisis económica, una pandemia y ahora la guerra de Ucrania.

La buena noticia es que nos hemos dotado de los instrumentos internacionales, financieros, políticos y de gestión de gobernanza para afrontar mejor estos retos. Eso nos exige ser flexibles. Todas las empresas de todos los sectores deben adaptarse, alinear fortalezas y asumir responsabilidades sociales.

En este escenario de cambio constante, ¿cuáles son los principales retos energéticos?

Obviamente, la adaptación y mitigación al cambio climático. En Redeia gestionamos este reto desde la descarbonización, la electrificación de la economía y la eficiencia energética. Lo primero que hay que hacer es integrar masivamente las energías renovables y convertirlas en un vector de tracción del conjunto del sector industrial. España está a la cabeza de esta integración a nivel mundial.

Somos el motor renovable de Europa. Pero, para que la UE pueda beneficiarse de las renovables de la península, sobre todo de las eléctricas, es imprescindible una mayor interconexión internacional. No solo debemos estar interconectados monetariamente, sino también energéticamente. Es clave para la seguridad del suministro, la mejora del mercado interior energético y la reducción de los costes para los consumidores, ya sean ciudadanos o empresas.

¿Hasta qué punto la red eléctrica está preparada para acoger masivamente las energías renovables?

Europa tiene el sistema eléctrico más grande y mejor integrado del mundo y esto hará posible que seamos capaces de integrar la generación renovable. En 2010, España ya tenía una red eléctrica inteligente, mientras que Estados Unidos aún carece de ella; de ahí los llamamientos de Bill Gates. Tenemos que pasar de una generación de energías tradicionales, acumulables y controladas desde centrales muy potentes a un sistema de producción de energía distribuido y dependiente de elementos naturales, como el sol y el viento, ajenos a cualquier mandato.

¿Cómo ayudan iniciativas como el Pacto Verde Europeo, el paquete de medidas Objetivo 55 o la Ley de la Industria Neta Cero a la transición ecológica?

La regulación es clave en nuestro sector, ya que puede facilitar o dificultar el cambio. Tenemos que seguir implementando los fondos Next Generation y la ingente cantidad de financiación que reciben los sectores estratégicos españoles. Para ello, es necesario agilizar los procedimientos con el fin de compatibilizar la seguridad, la transparencia y la eficiencia de los fondos, que son públicos, con su rápida llegada a la llamada economía real, las empresas.

“Somos el motor renovable de Europa”

Tenemos que impulsar una serie de sectores relacionados con la eficiencia energética. Es el caso de la industria del almacenamiento de energía, ya sea mediante nuevos vectores como los bombeos hidroeléctricos, las baterías o el hidrógeno renovable, aún una gran incógnita en España, pero con un gran camino por recorrer.

También es fundamental impulsar el autoconsumo instalando paneles fotovoltaicos. Para este fin, solo en 2022 se incorporaron en el sistema eléctrico español seis gigavatios, el equivalente a seis centrales nucleares, de energía renovable. Y hay que innovar, por ejemplo, en energía eólica marina. No en vano, su desarrollo exige dar un paso más, ya que la mayor profundidad de nuestro lecho marino atlántico y mediterráneo, en comparación con el del mar del Norte, dificulta el anclaje de las plataformas marinas.

¿En qué esfuerzos se centran para hacer sostenible la transformación digital?

Una cosa es la integración de la generación de energía y otra la integración de la demanda de energía. Aquí hemos de valorar qué gestión y operatividad es más segura para el suministro, más aún teniendo en cuenta la ingente cantidad de energía que consumen los nuevos centros de procesamiento de datos. Hablar de transformación digital sostenible es también hacerlo de conectividad universal, que permitirá cerrar brechas digitales e igualar los derechos digitales en el medio urbano y no urbano.

En este sentido, me gustaría descacar la labor de Hispasat, operador de telecomunicación mayoritariamente propiedad de Redeia, ya que sus satélites llegan allí donde no lo hace la red de fibra óptica. Recientemente, se le ha adjudicado un programa único de banda ancha que llevará conectividad al cien por cien de las zonas rurales de España. Además, el operador se ha incorporado

¿Cómo se traduce la sostenibilidad en vuestras finanzas?

Tenemos muy claro que hemos de demostrar con hechos, y no con ecopostureo, que nuestra actividad es verde y está alineada con la taxonomía de la Unión Europea. Hemos lanzado más de 3.000 millones de euros en bonos verdes de distinta naturaleza, más de la mitad de nuestra financiación ya se basa en criterios ESG y casi la mitad de nuestros inversores son socialmente responsables.

La antítesis del ecopostureo también tiene que ver con la ejemplaridad que nos pide la sociedad, y eso pasa por ofrecer los datos de manera que también los entiendan los mercados. En 2024 entrará en vigor la directiva de información corporativa de sostenibilidad integrada (CSRD). Todas las compañías tenemos un debate interno de gobernanza sobre cómo lograr que el sistema de control de la información financiera se entienda y se fusione con el sistema de control de la información no financiera, y sobre quién lo va a dirigir desde el punto de vista de las empresas.

En Redeia ya estamos trabajando para que nuestros informes corporativos de sostenibilidad integrada no se basen solo en datos financieros e incluyan el resto de información no financiera como un anexo. Queremos que se basen en un concepto amplio de capital que englobe tanto el financiero como el industrial, el intelectual, el social y, muy importante, el natural, así como nuestros activos eléctricos y de telecomunicaciones.

Debemos hablar sobre cómo se gestiona la sostenibilidad desde y para todos los puntos de vista. Lo que tú haces y la manera en que impactas en todo tu ecosistema de grupos de interés ha de ser un win-win. La creación de valor no solo tiene que ser hacia tus accionistas, sino global, para todo tu ecosistema. En términos de sostenibilidad, equivale a la idea de cómo impactas tú en el entorno y cómo te impacta el entorno a ti.

¿De qué modo se mide este impacto?

Esto es lo siguiente que nos van a exigir: medir el impacto social de muestra actividad sobre el territorio, algo que ahora mismo está en ciernes. Si el estándar de sostenibilidad corporativa está por terminar de definir, el del impacto social aún está menos definido. Nosotros hemos presentado nuestro primer informe de medición y gestión de este impacto, según el cual Redeia aporta a la sociedad 14,5 veces su beneficio neto. Destaca especialmente nuestra contribución al desarrollo del entorno gracias al efecto posibilitador que tiene el acceso a la energía eléctrica y a la conectividad.

¿El rey dólar?

05La banca en tiempos de cambio

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La militarización de la divisa estadounidense abre una ventana a la internacionalización de otras monedas.

Esta tribuna se basa en el quinto informe sobre el futuro de la banca, The international economic and financial order after the pandemic and war, de Giancarlo Corsetti (Instituto Universitario Europeo), Barry Eichengreen (Universidad de California, Berkeley), Xavier Vives (IESE) y Jeromin Zettelmeyer (Bruegel), publicado por el IESE y el Centre for Economic Policy Research en 2023.

Reacios tanto a involucrarse directamente como a quedarse al margen, Estados Unidos y Europa respondieron a la invasión de Ucrania con sanciones económicas a Rusia.

Se abría así un nuevo capítulo de la militarización del dólar. El tiempo dirá si las sanciones ahogarán la economía rusa lo suficiente para afectar al curso de una guerra sin visos de acabar. Pero una de sus consecuencias quizá no deseada, en pleno realineamiento geopolítico, es la especulación sobre posibles alternativas al dólar, en particular el euro y el renminbi.

Cualquier retroceso del dólar como divisa de reserva preferida básicamente alteraría cincuenta años de orden monetario mundial. El dólar ha sido la principal divisa para la liquidación de las transacciones monetarias internacionales desde el fin de Bretton Woods, gracias, en parte, a la falta de alternativas y su ventaja en calidad de pionero.

La mayoría de los participantes del mercado han tenido escasos incentivos para ejecutar las transacciones transfronterizas con una divisa distinta al dólar, cuyo papel central en el sistema monetario internacional ha permitido a EE. UU. utilizarlo estratégicamente ante las tensiones geopolíticas.

Las sanciones económicas se han empleado en casos de violación de los derechos humanos, en defensa de la democracia y en situaciones consideradas como una amenaza potencial para la seguridad nacional. Sin embargo, la Administración Biden, junto con los gobiernos europeos, empezó a imponerlas casi inmediatamente después de la invasión de febrero de 2022 sin haberla declarado una amenaza para la seguridad nacional.

Esto ha despertado la preocupación de ciertos países, principalmente China, por la posibilidad de que EE. UU. sancione económicamente con mayor frecuencia para castigar las políticas o acciones a las que se opone. A su vez, esto ha aumentado el interés por coberturas alternativas al dólar y a los bancos estadounidenses.

¿Hay alternativas viables?

En plena euforia del euro se esperaba que algún día la moneda paneuropea desafiara al dólar. Pero la naturaleza incompleta de la unión monetaria, a causa tanto de factores estructurales como de unas instituciones inadecuadas, ha debilitado las posibilidades del euro de convertirse en una moneda global.

Además, para desbancar al dólar, la Unión Europea tendría que romper con las políticas estadounidenses y negarse a cooperar estratégicamente con Washington en la imposición de sanciones económicas. Se trata de un escenario poco probable, dado el alineamiento general de las grandes potencias occidentales; de hecho, la UE impuso sanciones similares en respuesta a la agresión militar rusa.

Eso nos deja el renminbi, que dista mucho de ser una amenaza para el dólar como divisa de reserva global: representa menos del 5% del total de las reservas de divisas asignadas y apenas el 2% de las transferencias interbancarias internacionales (frente al más del 40% denominadas en dólares).

En las últimas décadas, China ha buscado promover las transacciones internacionales en renminbi, llegando a acuerdos de permuta de divisas entre el Banco Popular de China y otros bancos centrales, así como acuerdos bilaterales con Rusia para comprar petróleo y carbón en renminbi.

Aún más importante, ha desarrollado su propio sistema de pagos interbancarios transfronterizos (CIPS, por sus siglas en inglés), creado en 2015 como alternativa a Swift para la liquidación de pagos internacionales. El CIPS facilita las órdenes de pago entre cuentas corresponsales de distintas instituciones financieras, que pueden participar directa o indirectamente.

Ninguna empresa puede permitirse ignorar la geopolítica

El CIPS podría transformar el panorama monetario internacional. Si los países occidentales cooperaran para imponer sanciones económicas en conflictos geopolíticos, otros podrían recurrir al CIPS para liquidar transacciones internacionales y, por tanto, usar el renminbi como moneda de pago.

El escenario sería aún más disruptivo si la propia China fuera objeto de sanciones. Dado su dominio de las cadenas de suministro globales, la restricción del acceso de sus bancos a Swift, por ejemplo, obligaría a muchos países y empresas a efectuar los pagos en renminbis a través del CIPS.

Eso polarizaría el sistema monetario internacional: Estados Unidos y sus aliados liquidarían las transacciones transfronterizas en dólares y a través de Swift, mientras que China y sus aliados lo harían en renminbis y a través del CIPS.

Las monedas digitales

Otra amenaza al dominio del dólar es la moneda digital, en la que tanto China como la eurozona han avanzado más que Estados Unidos. Debido a las limitaciones de las monedas estables y la poca fiabilidad de las criptomonedas, las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés) se erigen en la alternativa más atractiva para las transacciones internacionales.

China estudia la posibilidad de implantar una CBDC, conocida como e-CNY, en las transacciones internacionales. El Banco Popular de China ha realizado pruebas para valorar los riesgos y oportunidades de usarla internacionalmente, junto con el Banco de Pagos Internacionales y los bancos centrales de Hong Kong, Tailandia y Emiratos Árabes Unidos.

Mientras, el Banco Central Europeo analiza si una CBDC mayorista permitiría a los bancos transferir fondos directamente entre ellos y a las empresas, mediante contratos inteligentes creados en torno a esta estructura. Una CBDC mayorista podría ser útil para las transacciones y los servicios financieros internacionales dentro de la propia eurozona.

Pese a estos esfuerzos, cualquier declive del dominio del dólar sería gradual, a no ser que las relaciones chino-estadounidenses se rompieran y estallara una guerra de sanciones mutuas. En ese caso, los países deberían elegir entre hacer negocios en dólares o renminbis, lo que polarizaría el sistema monetario internacional e impondría enormes costes al comercio global y la estabilidad del sistema financiero internacional.

Es imperativo que las empresas globales sean conscientes de estos escenarios y del impacto que podrían tener en ellos. La guerra de Ucrania nos recuerda que ninguna empresa puede permitirse ignorar la geopolítica. En un contexto cada vez más complejo, con Rusia y China como su volátil centro, los riesgos para las empresas no harán sino multiplicarse.

Xavier Vives es profesor de Economía y Dirección Financiera y director de la Iniciativa de Banca en el IESE. Forma parte del Comité Científico Consultivo de la Junta Europea de Riesgo Sistémico, creada en 2010 tras la Gran Recesión para reducir el riesgo sistémico del sistema financiero de la Unión Europea.

Este especial se publica en la revista IESE Business School Insight 165. Consulta todo su contenido en el sumario.

Este contenido es exclusivamente para uso individual. Si deseas utilizar este material en clase, puedes adquirir las copias que necesites tanto del report como de la revista completa en formato PDF mediante IESE Publishing.