El Pacto Verde

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Por qué los estímulos verdes son la llave de la recuperación pospandemia

Alcanzar la neutralidad climática en 2050. Esa es la meta que se marcó la Unión Europea con su Pacto Verde, presentado oficialmente en diciembre de 2019. El objetivo es emitir solo la cantidad de gases de efecto invernadero que puedan absorber los sumideros.

Claro que por entonces la UE disfrutaba de las tasas de empleo más altas de su historia. Poco después llegó la COVID-19 y, en medio de la crisis sanitaria y económica, en 2020 la Comisión Europea ha doblado su apuesta por el crecimiento verde y sostenible con un fondo de 1,8 billones de euros, diseñado para encarrilar la recuperación por la senda del Pacto Verde.

En el último año se ha avanzado en varios frentes: la propuesta de la Ley del Clima, planes estratégicos para sectores clave, entre ellos el de la sostenibilidad del sector financiero, y una serie de mecanismos fiscales. “Tan solo es el principio de un proceso de transformación muy complicado”, reconoció Frans Timmermans, vicepresidente primero de la Comisión Europea y responsable del Pacto Verde, en la cumbre empresarial europea de noviembre de 2020. Pero las cosas “se mueven en la dirección correcta en todo el mundo”, por lo que, añadía Timmermans, “si se da ese ímpetu internacional, el liderazgo europeo podrá conseguir progresos reales a escala global”.

Todo el mundo gana
Hay evidencias de ese ímpetu internacional. En septiembre de 2020, el presidente Xi Jinping anunció que China alcanzaría la neutralidad en carbono en 2060, un paso significativo del país más contaminante del mundo. Dos meses después, el presidente electo Joe Biden aseguró que Estados Unidos se reincorporaría al Acuerdo de París y alcanzaría las cero emisiones netas en 2050, todo un giro de 180 grados del segundo país más contaminante del mundo. También Japón, Sudáfrica, Corea del Sur y Reino Unido se han comprometido a ser neutros en carbono en 2050. Puede que estén tomando posiciones ante la CP26 –la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático–, que se celebrará en noviembre de 2021 en Glasgow. O quizá están desesperados por salir de la crisis de la pandemia. La cuestión es que todos los países parecen coincidir en la necesidad de una reconstrucción cuya llave pasa por la sostenibilidad del planeta.

El Pacto Verde es un hito comparable al de la llegada del hombre a la Luna

Para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, “el Pacto Verde es un hito comparable al de la llegada del hombre a la Luna”. Igual que la carrera espacial del siglo XX catalizó simultáneamente avances científicos y tecnológicos en muchos continentes, la carrera verde del siglo XXI puede impulsar muchos otros, en beneficio de la humanidad. ¿Qué países alcanzarán primero las cero emisiones netas? ¿Quién liderará la transformación? Como Timmermans vaticinó en la cumbre empresarial europea, “sea quien sea el ganador, todo el mundo va en la dirección correcta”.

Desde luego, ese “todo el mundo” no solo hace referencia a Gobiernos y políticos, sino también a empresas, inversores, ciudadanos y demás grupos de interés. Si bien “la descarbonización de Europa puede tener muchos beneficios económicos, como el crecimiento del PIB, la reducción del coste de la vida y la creación de empleo”, conseguirlo no será fácil. Un informe de McKinsey estima que la transición a las cero emisiones netas podría crear 11 millones de puestos de trabajo, pero también destruir otros seis. Hará falta un esfuerzo concertado para recapacitar y reciclar a los trabajadores de cara a los nuevos empleos que se crearán en energías renovables (1,54 millones), agricultura (1,13) y construcción (1,1), por ejemplo. Veamos qué está pasando en el sector energético y, sobre todo, en la inversión sostenible, un ámbito de rápido crecimiento donde el cambio ya está en marcha.

Estímulos verdes

De las cuatro principales economías del mundo y los mayores emisores de gases de efecto invernadero que han lanzado planes para impulsar la recuperación económica tras la pandemia, el de la UE es el más verde. Más del 20% de su programa de estímulos está dirigido a iniciativas verdes, frente al 0,3-2,4% de los de India, China y Estados Unidos.

A la delantera, el sector energético

Los cinco sectores responsables de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE son el transporte, la industria, la energía, la construcción y la agricultura, según McKinsey. El sector energético europeo podría ser el primero que alcance las cero emisiones netas gracias a las energías renovables, sobre todo la eólica y la solar. A medida que estas tecnologías vayan desplegándose en los próximos 20 años, la producción y capacidad de almacenamiento de las renovables deberá aumentar para hacer frente a la demanda de otros sectores, especialmente la industria.

El profesor del IESE Massimo Maoret ha escrito sobre actores relevantes en la transformación del sector energético, como la danesa Ørsted, el mayor productor de energía eólica marina del mundo, así como la italiana Snam, el operador del mayor gasoducto de Europa. Ya antes del anuncio del Pacto Verde, Snam estudiaba el alineamiento de su negocio de transporte y almacenamiento de gas natural con las futuras necesidades de energía sostenible. Para Camilla Palladino, vicepresidenta ejecutiva de Estrategia Corporativa y Relación con Accionistas e Inversores de la compañía, “el objetivo de cero emisiones marca hacia dónde vas. Has de trabajar hacia atrás partiendo de la meta”.

En el caso de Snam, explica, “hemos pasado de un enfoque de ‘cada gota cuenta’ a otro en el que priman los objetivos de sostenibilidad a largo plazo, los más difíciles. La verdad es que, antes del objetivo de cero emisiones, no abordábamos las partes más duras de la ecuación. Nos limitábamos a dar un paso detrás de otro, conformándonos con la segunda mejor opción”.

El objetivo de cero emisiones marca hacia dónde vas

Palladino cuenta una anécdota de Bill Gates. Siempre que escuchaba alguna nueva idea sobre cómo parar el calentamiento global, el fundador de Microsoft preguntaba: “¿Qué piensas hacer con el acero?”. Este y otros materiales omnipresentes, como el cemento y el plástico, contribuyen en gran medida a las emisiones de CO2. En su opinión, había que buscar alternativas de carbono cero y de precio asequible.

¿Qué piensa hacer Palladino con el acero? Su respuesta es “hidrógeno limpio”. Cierto es que su implementación requerirá años de pruebas de concepto y grandes proyectos piloto pero se acabó lo de ir pasito a pasito. El Pacto Verde, que ha hecho del hidrógeno una prioridad, prevé una inversión de cientos de miles de millones de euros antes de 2050. Así, Snam y sus socios industriales pueden “acelerar la curva de aprendizaje del hidrógeno” y “prepararse para cuando en 2050 ocupe su puesto en el mix energético”, más del 25% del cual corresponderá a los gases verdes.

Este ejemplo, afirma Palladino, ilustra por qué el Pacto Verde puede ser justo el impulso que las empresas energéticas necesitan para ofrecer una solución viable a “los sectores de difícil descarbonización”. No en vano, esta política cuenta con un objetivo, apoyo público y regulatorio e inversión pública y privada.

El dinero mueve ficha
Además del sector público, la inversión responsable también juega un papel importante a la hora de destinar capital a hacer frente al “peligro, claro y real, del cambio climático”. Así lo apunta el profesor del IESE Fabrizio Ferraro, que investiga la inversión responsable y moderó recientemente un panel sobre este tema en el marco del congreso Ship2B Impact Forum.

Ship2B es una organización dedicada a fomentar la inversión con impacto social y medioambiental. Xavier Pont, uno de sus fundadores y MBA por el IESE, asegura que “el estado y la filantropía no son capaces de resolver los grandes problemas de la humanidad. Hay una necesidad de que el sistema capitalista, que mueve cinco veces más dinero que el sector público y la filantropía juntos, trabaje para generar impacto social”.

La buena noticia es que ya está sucediendo. La inversión responsable o ASG (con criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo) supera ya los 30 billones de dólares de activos bajo gestión (ABG) en todo el mundo.

Requerirá años de pruebas de concepto y grandes proyectos piloto pero se acabó lo de ir pasito a pasito

En el panel de Ferraro intervino Miguel Nogales, codirector de Inversión y socio fundador (junto con Al Gore, exvicepresidente de Estados Unidos) de Generation Investment Management. Esta firma invierte y se implica en empresas orientadas al largo plazo y que tienen productos o servicios acordes con una sociedad equitativa y baja en carbono. Según Nogales, “en el mundo de la inversión, el cambio climático se suele ver como un riesgo cuando en realidad es una oportunidad”.

También califica el momento actual de oportunidad única y propicia para los inversores, una alineación perfecta de los astros: “Necesitamos una transición rápida que abarque todas las áreas, desde la energía y la movilidad hasta lo que comemos y vestimos. Este cambio va a tener un amplio apoyo, tanto regulatorio como financiero. Es el escenario ideal para un inversor”.

Una iniciativa que deberían seguir de cerca los inversores, tanto europeos como del resto del mundo, es la taxonomía de actividades sostenibles de la UE prevista para 2022. Pese a su nombre inescrutable, esta regulación establecerá los requisitos de transparencia relativos a los objetivos ambientales clave del Pacto Verde que deberán cumplir muchos productos financieros de inversión y deuda.

Inversión de impacto

Michael Canfield Director en Cartera de Inversiones Man Group “Ejercemos un gran influjo sobre los altos directivos y podemos obrar un cambio real”

Maria Laura Tinelli Directora y cofundadora Acrux Partners “Iniciativas como el Pacto Verde crean el ecosistema propicio y las oportunidades necesarias para que el mercado dé un paso adelante. Es lo que marca la diferencia”

Miguel Nogales Codirector de Inversión Generation Investment Management “El cambio climático se suele ver como un riesgo cuando en realidad es una oportunidad”

Aunque habrá quienes se opongan a este aumento de los requisitos de transparencia, el alineamiento con la taxonomía podría abrir las puertas a una mayor financiación, además de señalar a los inversores dónde está la inversión responsable. También indicará dónde está la resiliente. Según un estudio de Rui Albuquerque (Carroll School of Management, Boston College) y otros autores, las empresas con una puntuación ambiental y social más alta suelen resistir mejor los choques exógenos, como la pandemia y el consiguiente desplome de la Bolsa. Los inversores que siguen los criterios ASG gozan de una menor volatilidad de la rentabilidad durante un crac bursátil. Además, la rentabilidad de sus acciones es mayor, un hallazgo que avalan otros estudios de la resiliencia durante las crisis.

La presión para aplicar la taxonomía trascenderá las fronteras europeas. Las empresas cotizadas de EE. UU. ya la están analizando y, como observa otra participante del panel de Nogales, la directora y cofundadora de Acrux Partners, Maria Laura Tinelli: “Empezamos a ver que las regulaciones aprobadas en la UE, las más proactivas y progresistas del mundo, influyen en los estándares que deciden adoptar países como Brasil, Argentina o Chile”. Inversores y empresas necesitan esta regulación: “Iniciativas como el Pacto Verde crean el ecosistema propicio y las oportunidades necesarias para que el mercado dé un paso adelante. Es lo que marca la diferencia”, sentencia Tinelli.

Con todo, para otro de los panelistas, Michael Canfield, director en Cartera de Inversiones de Man Group, no debería subestimarse el rol de los inversores en este ecosistema: “Ejercemos un gran influjo sobre los altos directivos y podemos obrar un cambio real si nos lo proponemos”. Nogales asiente: “Los CEO escuchan a los inversores, incluso más de lo que parece”. En el caso de las empresas de países sin objetivos climáticos formales, el activismo accionarial puede ser una vía hacia el cambio.

Los bonos visten de verde
En el ámbito de la inversión ASG, los bonos verdes están adquiriendo una especial relevancia. Esta clase de activo permite que todo tipo de inversores, ya sean particulares o institucionales, inviertan en proyectos respetuosos con el medio ambiente y el planeta. Es decir, los bonistas invierten en actuaciones concretas de las empresas, no en su potencial o beneficios. Hasta las empresas de combustibles fósiles pueden emitir bonos verdes si usan los ingresos obtenidos para mitigar su impacto ambiental.

Desde 2007, año en que el Banco Europeo de Inversiones emitió los primeros bonos verdes reconocidos como tales, el mercado no ha parado de crecer. Según Moody’s, alcanzaron los 258.000 millones de dólares en 2019, cuando no llegaban a los mil millones hace 10 años. En septiembre pasado, Alemania, Países Bajos, Francia, Suecia y Polonia emitieron conjuntamente un bono verde que, según el Financial Times, tuvo una demanda cinco veces superior al volumen ofrecido, lo que demuestra el apetito inversor por este tipo de activos.

La inversión responsable, en cifras

Si miramos el porcentaje de signatarios de los Principios de Inversión Responsable, las instituciones y propietarios de activos con sede en la UE se comprometen con la inversión responsable más que los del resto del mundo, aunque no controlan la mayor parte de los activos bajo gestión (ABG).

UE

55% de las instituciones y propietarios de activos han firmado los Principios de Inversión Responsable

32 billones de dólares de ABG se mueven

EE. UU. y Canadá

24% de las instituciones y propietarios de activos han firmado los Principios de Inversión Responsable

46 billones de dólares de ABG se mueven

Resto del mundo

21% de las instituciones y propietarios de activos han firmado los Principios de Inversión Responsable

11 billones de dólares de ABG se mueven

FUENTE: PRI Signatories Reporting in 2019. “ESG and Responsible Institutional Investing Around the World: A Critical Review” de Pedro Matos (Darden School of Business). CFA Institute Research Foundation, 2020.

Naturalmente, la UE quiere financiar una parte sustancial (30%) de su recuperación verde con bonos verdes. En 2021 espera colocar hasta 240.000 millones de euros, casi el doble del volumen actual del mercado, en la que será la mayor emisión de bonos verdes del mundo jamás realizada. Hay dudas de que la taxonomía, vinculada al establecimiento de un estándar europeo de bonos verdes, esté lista a tiempo, pero todo indica que la UE introducirá ambas regulaciones en los próximos meses.

No pierdas el tren
Con un sinfín de vuelos suspendidos y el cierre de diversas partes de la economía a causa del coronavirus, las emisiones de CO2 han caído. Este cambio de hábitos, extremo y a escala global, es una muestra de lo que hace falta para frenar el cambio climático. Pero se necesitarían 20 años consecutivos con un nivel de emisiones similar al de la COVID-19 tan solo para cumplir los objetivos del Acuerdo de París, advierte Nogales. Se trata de no rendirse y reorientar el crecimiento económico, acelerar el cambio e innovar con audacia en nuevas direcciones.

Uli Grabenwarter, lecturer del IESE y subdirector del Fondo Europeo de Inversiones y especialista en inversión sostenible, lo expresa así: “Probar modelos de negocio sociales en un entorno de crisis como el actual tiene un aspecto positivo, y es que no te has de preocupar por si tienes mercado o no. Eso crea vías de crecimiento naturales y aumenta las oportunidades de obtener financiación”.

Resolver problemas complicados es para lo que han nacido los emprendedores. Para ellos, la recuperación verde es una esperanza para solucionar problemas de todos los sectores. En una sesión online, el economista Miquel Puig Raposo dijo a los antiguos alumnos del IESE: “Es una oportunidad que solo llega una vez por generación, y se está dando ahora. Hay que subirse a ese tren”.

Los bonos verdes permiten invertir en proyectos respetuosos con el medio ambiente y el planeta

“¿Por qué es importante la sostenibilidad? ¿Por qué queremos que las personas tengan salarios justos?”, se preguntaba en una entrevista Franz Heukamp, director general del IESE. “Porque, como personas, tenemos la obligación moral de reconocer que las empresas son, en esencia, una comunidad que sirve a otras personas en un mundo que, a su vez, es una gran comunidad. Tenemos que darnos cuenta de que nuestras acciones afectan al resto. No solo tiene sentido para los buenos negocios cuidar el ecosistema del que dependen, sino que como directivos tenemos la obligación moral de hacer lo correcto por otros y por el mundo”.

Poner a la misma altura a las personas, el planeta y los beneficios es lo que hace la famosa triple cuenta de resultados, un modelo que parece ganar terreno. Según una encuesta de Korn Ferry, el 62% de los CEO europeos prevén que será el modelo dominante en 2025, sustituyendo así al foco exclusivo en los beneficios.

Para Paul Polman, ex-CEO de Unilever, ya era hora de que este cambio llegara. En una conferencia organizada por el Center for Corporate Governance del IESE, diagnosticó que “el modo de creación de riqueza del sistema económico global es insostenible. El crecimiento infinito no puede perpetuarse en un planeta finito. En los últimos 40 años, hemos infligido un daño sin precedentes al planeta. La crisis de la COVID-19, que no es más que un síntoma de las carencias del sistema actual, muestra que una persona sana no puede prosperar en un planeta enfermo. Así como el presidente Franklin Delano Roosevelt creó el New Deal en los años 40 y devolvió la prosperidad a Estados Unidos, el mundo necesita otro New Deal”. Esto es lo que tenemos ahora.

Puede que en 2025 haya más líderes del sector privado europeo preparados para mitigar los riesgos asociados con los choques exógenos –desde sequías, inundaciones e incendios frecuentes e intensos hasta otras pandemias– y para asumir objetivos prosociales, pero no hay por qué esperar más. Haz planes ya para acceder a los fondos de recuperación y poner en marcha inversiones verdes. Tú y tu empresa podrías situaros al frente del cambio.

La opinión de los altos directivos

71%

quiere mantener todo lo que se ha avanzado en materia de cambio climático con la pandemia

65%

dice que la gestión de los riesgos relacionados con el clima influirá en que conserven o no su puesto en los próximos cinco años

+2 puntos porcentuales

La identificación de los CEO con un propósito social se ha reforzado desde el comienzo de la crisis: ha pasado del 77% al 79% en 2020

FUENTE: KPMG 2020 CEO Outlook: COVID-19 Special Edition

Por qué el lavado verde no funciona

Sea cual sea tu decisión respecto al Pacto Verde, procura ser sincero, porque las consecuencias de fingir que eres respetuoso con el medio ambiente cuando no has hecho los cambios e inversiones necesarios –lo que se conoce como lavado verde– pueden ser muy graves, tanto para la reputación como para la cuenta de resultados de tu empresa. Ese es el mensaje del profesor del IESE Pascual Berrone, autor del libro Green lies: How greenwashing can destroy a company (and how to go green without the wash).

Tu esfuerzo ambiental debe ser genuino, insiste Berrone. Subirse al tren del Pacto Verde sin haber puesto orden en tu casa es arriesgado, y no digamos sin el apoyo del CEO y del consejo. Si tus credenciales verdes son cuestionables, lo mejor es esperar hasta que hayas ganado credibilidad. Aparentar está muy castigado por las redes sociales y los accionistas preocupados por el medioambiente.

El “finge hasta conseguirlo” solo podría funcionar si sirve como un instrumento interno para aumentar el compromiso de la organización, como explica Enrique Silla, CEO de Jeanologia: “El lavado verde es una mentira, pero también puede ser útil. Estoy seguro de que quienes empiecen haciéndolo no tardarán en darse cuenta de que el planeta y la rentabilidad están inextricablemente unidos. Cuanto más traten con empresas que sí predican con el ejemplo, más se transformarán ellos” (ver “Cuidar el planeta es un negocio fantástico”).

De todas formas, y al igual que Berrone, Silla cree que la forma de proceder más segura es estudiar cómo casar la sostenibilidad con el modo en que tu empresa crea valor y actuar en consonancia, adaptando tus operaciones, inversiones, estructuras de gobierno y métricas. En definitiva, pasar de las palabras a la acción. Asimismo, es importante hablar con tus grupos de interés –no solo los proveedores, también los consumidores y los reguladores– y aliarte con otras empresas de tu sector. Solo entonces podrás vanagloriarte.

“La era del lavado verde está llegando a un abrupto final”, avisa el inversor Miguel Nogales. “Lo de ‘invéntate un informe con árboles en la portada para que se vea que hacemos algo y quítame los activistas de encima’ ha pasado a la historia. Eso es una buena señal”.

 

Frans Timmermans: “Puede hacerse”

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Frans Timmermans es vicepresidente ejecutivo para el Pacto Verde Europeo de la Comisión Europea.

A medida que la pandemia ha ido obligando al mundo a detenerse, se nos ha presentado la oportunidad de dar un paso atrás y reflexionar. ¿En qué mundo queremos que crezcan nuestros hijos y nietos?

La Comisión Europea, en respuesta a la solicitud de los líderes gubernamentales europeos de trazar el rumbo a largo plazo de la UE, está trabajando para hacer de Europa el primer continente climáticamente neutro del mundo en 2050.

El Pacto Verde Europeo es nuestro modelo de crecimiento, un plan para invertir en tecnologías innovadoras, nuevos mercados y empleos sostenibles. Reduciremos como mínimo un 55% los gases de efecto invernadero para 2030. La Ley del Clima convertirá los objetivos para 2030 y 2050 en un imperativo legal. De este modo proporcionaremos tanta estabilidad y previsibilidad a largo plazo como sea posible.

En los próximos meses, la Comisión Europea preparará la legislación para respaldar estos objetivos climáticos y ofrecer coherencia normativa. Es exactamente lo que han estado pidiendo muchos empresarios. Con razón, porque el cambio se acerca. Muchas empresas, en especial las más grandes, lo han reconocido antes que nosotros, los políticos. Incluso los inversores optan cada vez más por inversiones sostenibles.

No nos equivoquemos: lo que haremos en el comercio de derechos de emisión de gases contaminantes, el de las energías renovables o la automoción implicará cambios estructurales en muchas áreas. Estamos al comienzo de un proceso de transformación de lo más complicado. Requerirá enormes esfuerzos, pero puede hacerse.

Vamos a gastar enormes cantidades de dinero para empezar de nuevo y mejor. Es una gran oportunidad para invertir en la recuperación de Europa. Es la ocasión de hacer las cosas bien, de poner el dinero al servicio del futuro que queremos. No lo desperdiciemos en tecnologías que pronto quedarán obsoletas y modelos comerciales arcaicos basados en el carbono. Sería un incumplimiento del deber si invirtiéramos en sectores con un futuro limitado, porque crearíamos activos varados y problemas económicos más adelante. En su lugar, centrémonos en una recuperación que cree un futuro común.

En realidad, no se trata de salvar el planeta, al que ya le irá bien sin nosotros. Va de una vida mejor y más saludable para todos. El cambio climático no se detendrá porque cerremos los ojos. No actuar no es una opción.

Compromisos para líderes empresariales

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Como parte de la iniciativa del Gran Reinicio del Foro Económico Mundial, el CEO Action Group, que representa a altos directivos de 30 importantes empresas, hace un llamamiento a las empresas para que afianzar su compromiso con el Pacto Verde de la siguiente manera:

1. Comprométete con el objetivo de que Europa alcance la neutralidad climática para 2050

Establece objetivos significativos, ambiciosos y a largo plazo en tu propio camino hacia 2050, adoptando nuevos modelos de producción y trabajo según corresponda.

2. Asegúrate unas políticas de RRHH justas, inclusivas y centradas en las personas

Invierte en educación, en reciclaje y perfeccionamiento de tus empleados. El objetivo es garantizar oportunidades sostenibles y apoyo a aquellos que más lo necesiten para hacer la transición a la economía verde.

3. Apoya la innovación ecológica

Asegúrate de que tu agenda de I+D permite experimentar y colaborar con otras empresas de tu sector en otros continentes. Así podrás desarrollar el mercado y ampliar la oferta en áreas prioritarias para la economía verde, como las tecnologías e innovaciones que requieran menos carbono.

4. Piensa en cambiar el modelo de negocio

Deberías reevaluar el uso de los recursos, invertir en economía circular, rediseñar tu cadena de suministro, adoptar nuevas tecnologías y/o renovar edificios y otras infraestructuras para hacerlos más inteligentes y limpios. Todo ello sin comprometer la eficiencia y la competitividad.

+ INFO: Un mundo en reconstrucción

5. Refuerza la transparencia financiera

Armoniza tus informes, metodologías de calificación y mecanismos de validación de acuerdo con las normas ASG y el Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con el Clima (TCFD).

FUENTE Basado en información de la Comisión Europea y del CEO Action Group del Foro Económico Mundial para el Acuerdo Verde Europeo.

Si lo deseas, puedes ver el contenido en vídeo:

Enrique Silla: “Cuidar el planeta es un negocio fantástico”

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Enrique Silla es CEO y fundador de Jeanologia. Ha logrado que marcas como Levi’s, H&M o Inditex utilicen su tecnología de producción de vaqueros sostenible y ecoeficiente en más de 60 países. Cursó el Programa de Desarrollo Directivo (PDD) en 1993.

Cuando, en 1994, Enrique Silla fundó la empresa española Jeanologia, hablar de deshidratar y eliminar totalmente los tóxicos del proceso productivo de la industria textil –una de las que más contamina las aguas del planeta– era como “la voz en medio del desierto”. Pero Silla no dejó de insistir: “Os estáis equivocando. Cuidar el planeta es un negocio fantástico”.

Hoy, el 35% de los 6.000 millones de pantalones vaqueros que se producen en el mundo utilizan productos de Jeanologia. Silla espera que, en el año 2025, el 100% del mercado del vaquero utilice tecnologías sostenibles. Esto servirá de impulso y ejemplo a otros grandes productos icónicos dentro de la industria textil.

El Pacto Verde Europeo contribuirá a esta transformación, no solo en el sector textil sino en las empresas de todo el mundo, que cada vez estarán más preocupadas por cuidar del planeta y tener un impacto positivo en la sociedad. En esta entrevista, nos explica cómo.

¿Qué papel juega el Pacto Verde Europeo en la reconstrucción de la economía después de la COVID-19?
Un papel transformador. En esta reconstrucción va a haber una inversión tremenda de los estados. También los mercados financieros van a priorizar las empresas que contribuyan a hacer más sostenible nuestra sociedad, como hacen importantes fondos de inversión al descartar compañías que puedan perjudicar al planeta. Esa tendencia no hace más que crecer.

Pero, más allá de fondos, necesitamos ilusión. Por primera vez, nuestros hijos piensan que tendrán menos oportunidades que sus padres. Y ese pensamiento desincentiva. El Pacto Verde y otras iniciativas similares en todo el mundo conseguirán insuflarles las ganas y la creatividad necesarias para montar nuevos negocios.
¿Y qué pueden hacer las empresas tradicionales?
No es cierto que innovar en un mercado o un sector tradicional sea difícil. Hay mucha inteligencia y talento dedicados a los nuevos sectores y poco a los tradicionales. Y es precisamente en los sectores de siempre donde más oportunidades hay.

Cuando nosotros empezamos, nos impusimos dos premisas para escoger qué tecnologías desarrollar. En primer lugar, priorizaríamos las iniciativas que nos permitieran reducir el impacto negativo en el planeta. Segundo, decidimos que, si el proyecto de innovación no permitía reducir costes, tampoco lo íbamos a acometer porque no podríamos implantarlo. Al fin y al cabo, al cliente le importa, sobre todo, que seas competitivo y eficiente.

También es cierto que puedes mantener con tu cliente una relación transaccional (en la que él compra y tú vendes por precio) o de socios. En esta última, lo que te une al cliente es la confianza. Y yo confío más en una compañía con valores que sin ellos.

Cuidar el planeta ya no es una ventaja competitiva, sino una capacidad básica: el que no incorpore el medio ambiente y la ética a su negocio estará fuera del mercado en cinco años.

“El que no incorpore el medio ambiente y la ética a su negocio estará fuera del mercado en cinco años”

Si es así, ¿por qué a algunos directivos les cuesta tanto cambiar su mentalidad?
Creo que la resistencia del directivo y su equipo viene de la creencia errónea de que “ser sostenible me va a costar más dinero”. Hay que entender que esto es un camino de transformación y se empieza, como las casas, por los cimientos.

Primero, ejecuta aquellas acciones que comporten una reducción inmediata de los costes. Por ejemplo, poner leds en lugar de otras bombillas de más consumo.

Segundo, da un paso más allá. Proponte que ninguno de tus procesos productivos ni de los productos de terceros que utilices en ellos, sea donde sea, ni tu cadena de distribución, produzcan ningún tipo de contaminación al medio ambiente ni perjudiquen a ninguna persona. Es lo que nosotros denominamos mission zero y lo que tratamos de implementar en el sector textil.

Una vez conseguido eso, que es mucho, vamos al tercer punto. Nosotros, internamente, lo llamamos system thinking (pensamiento sistémico). Se trata de cambiar todo el proceso, desde el diseño hasta la ejecución de los servicios y los productos, para que desde un inicio todo esté concebido para ser reciclable y ecosostenible, y aportar valor a la sociedad. Además, todo debe ser medible con unos indicadores simples, para controlar desde el principio cómo evoluciona la empresa en ese valor ético o ecológico.

En realidad, es mucho más sencillo de lo que creemos. Cuesta menos producir respetando el medio ambiente que destruyéndolo.

¿Qué cambios podremos ver en los próximos 10-30 años?
Las tecnologías digitales y la inteligencia artificial están cambiando muy rápidamente la forma de vender del mundo físico al online, aún más desde la llegada de la COVID-19, Y, si se vende y consume de otra forma, tendremos que cambiar la forma de producir. Cuando compramos digitalmente, las empresas deberían analizar nuestros gustos para conseguir producir lo que venden en lugar de vender lo que producen. Esto generaría unas economías de escala enormes, porque se eliminarían los inventarios y las necesidades de fondo de maniobra. Por lo tanto, tendría un impacto financiero y también ecológico, porque se reducirían los costes de transporte y los residuos.

En el futuro, veo miles de pequeñas fábricas urbanas en cada ciudad del mundo, que producirán solo para el consumo de esa zona. Ya hemos montado fábricas urbanas en Shanghái, Londres, Los Ángeles y otra en Nevada, en medio del desierto. Me imagino millones de estas factorías, lo que provocaría una gran revolución en la cadena de suministro.

Esta atomización de los centros de producción implicaría, no solo la eliminación de los inventarios y de los desechos, sino también la vuelta de la producción a Europa y a los Estados Unidos para generar puestos de trabajo aquí. El coste de mano de obra es más alto en Europa, pero se compensa con la reducción de costes logísticos. Este es el cambio de paradigma que imagino para 2030-2050.

Para que esto se haga realidad, necesitamos al artesano, el creativo, trabajando con el técnico. Es lo que nosotros llamamos “techartisan” (tecnoartesano), el artesano tecnológico que, por un lado, no pierde la sensibilidad por el producto pero, por otro, es capaz de analizar datos y utilizar la inteligencia artificial para fabricar solo aquel producto que se vende, o tener la capacidad y la rapidez de fabricar solo lo que ya se ha vendido.

Se habla mucho de tener resiliencia para salir de la crisis. ¿Qué papel juega realmente?
Creo que la palabra resiliencia se ha utilizado tanto durante los últimos meses que lleva un poco a confusión. Antes de la COVID-19, casi todos los directivos y comités de dirección priorizaban crecer y tener un EBITDA muy alto. Ahora, algunas compañías centran todos sus esfuerzos en resistir, aunque sea a base de créditos. A eso le llaman resiliencia.

Pero se equivocan, porque el mundo no volverá a ser igual. No se trata de resistir sino de transformar nuestras compañías para ser más ágiles, salir más fuertes de esta crisis y encontrar una razón de existir, un propósito. Eso sí es resiliencia. En estos momentos, lo importante no es crecer o tener más beneficios, sino prepararse para lo que viene.

Esta vez es diferente

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Por Fabrizio Ferraro

Los directivos experimentados, y cualquiera que se moleste en repasar la historia de la sostenibilidad, pueden pensar que la reciente ola de entusiasmo verde es una moda pasajera. En la década de los 70 ya se extendió una corriente social y empresarial similar, que incluso apelaba a la responsabilidad social de las corporaciones… y que acabó por desvanecerse con el paso de los años.

Esta vez es diferente. El interés por la sostenibilidad no viene solo de movimientos sociales y ciudadanos, sino que son los líderes empresariales quienes lo expresan. Es posible que estemos en el punto de inflexión de una revolución del liderazgo empresarial sostenible.

En primer lugar, el cambio climático es uno de los desafíos más grandes a los que nos hemos enfrentado. Dada su complejidad, de alcance sistémico, requerirá esfuerzos tanto del sector público como del privado… y de todos nosotros. Si consideramos la COVID-19 como una prueba de fortaleza global para medir cuán preparados estamos ante el cambio climático, ¡pues no parece que lo estemos, la verdad!

En segundo lugar, los gobiernos están, por fin, tomando medidas. Tras décadas de negligencia, algunas (tímidas) pretensiones comienzan a traducirse en compromisos creíbles. Contamos, por ejemplo, con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU, que proporcionan metas específicas para 2030. La Unión Europea ha estado trabajando en numerosas iniciativas, la última de las cuales es el Pacto Verde Europeo. Si la Administración de Biden cumple con lo prometido y Estados Unidos vuelve a adherirse al Acuerdo de París, estaremos a las puertas de otro impulso para una acción gubernamental conjunta en materia de sostenibilidad.

Tercero, la tradicional tendencia del sector financiero de maximizar a toda costa el valor para los accionistas —uno de los principales pretextos de los altos directivos para renegar de las políticas de sostenibilidad—, está dando paso a unos procesos que integran cada vez más métricas ambientales y sociales. En este momento, es más probable encontrar inversores preocupados por que las empresas no hagan lo suficiente con respecto al cambio climático que por que se impliquen demasiado.

Así pues, frente a esta amenaza existencial tan urgente, los Gobiernos están actuando y los inversores están cambiando de opinión. Parece que no hay nada de qué preocuparse: la fuerza, el poder y el ingenio del sector privado resolverán esta situación, igual que en la década de los 80 con el Protocolo de Montreal. ¿Lo recuerdan? Aquel tratado internacional pretendía eliminar, de manera progresiva, la producción de sustancias nocivas para la capa de ozono. Gracias a una acción empresarial colectiva, el mundo logró neutralizar tales productos químicos y el agujero de la capa de ozono ha ido reduciéndose.

Por desgracia, el tipo de descarbonización que se necesita hoy en día es mucho más complejo. Requiere una monumental reasignación de capital y cambios fundamentales para sectores enteros, estrategias empresariales y modelos de negocio. Además, si bien esta transición dará lugar a nuevos puestos de trabajo, también es probable que provoque pérdidas de empleo. Para garantizar que el proceso de cambio sea justo, deberemos contar con políticas compensatorias.

“Es posible que estemos en el punto de inflexión de una revolución del liderazgo empresarial sostenible”

Esta profunda transformación empresarial requerirá, también, que se replantee el concepto de liderazgo. La sostenibilidad no se puede añadir sin más a las estrategias existentes, sino que debe cimentarlas. Los líderes empresariales, sobre todo en las compañías más grandes, deben aceptar que su papel en la sociedad tiene un alcance sistémico. Les toca asumir su responsabilidad y actuar con decisión para maximizar su impacto positivo —y minimizar su huella negativa— en todas las áreas. Es hora de:

  • Desde el punto de vista estratégico, explorar modelos de negocio innovadores, sin olvidar que los cambios efectuados podrían poner en peligro la propia posición competitiva.
  • En la dimensión financiera, invertir en sistemas y tecnologías sostenibles, de acuerdo con objetivos de descarbonización basados en criterios científicos.
  • En cuanto al marketing, fomentar un consumo más sostenible y, en algunos casos, desalentar la compra, lo que, a priori, parece contradecir los principios de esta misma disciplina.
  • Respecto a las operaciones, replantear toda la cadena de suministro.
  • A nivel organizativo, implementar formas flexibles de trabajo que minimicen la huella de carbono de los empleados.
  • Como líderes, inspirar y dinamizar el conjunto de la organización para que adopte e interiorice nuevos objetivos, estrategias y prácticas.

Este replanteamiento radical va más allá de los límites de la empresa. Los directivos tienen que liderar el resto del sistema, involucrando a proveedores, consumidores, ONG, Gobiernos, científicos y otros grupos de interés externos mediante colaboraciones innovadoras. En lugar de ejercer presión en contra de una regulación ambiental más estricta, deberían desarrollar, de manera proactiva, la regulación idónea para crear unas normas de juego justas y globales que limiten el arbitraje oportunista entre países, regiones y jurisdicciones.

Por encima de todo, los líderes sostenibles no deben caer en las concepciones simplistas que han plagado gran parte del discurso de la sostenibilidad empresarial, como la idea desatinada de que siempre se puede encontrar una solución que beneficie a todos. En realidad, eso no siempre será posible porque un compromiso serio con ambiciosos objetivos ambientales y sociales tendrá sus desventajas. Por regla general, las estrategias corporativas de éxito no son fáciles de identificar y llevar a cabo. No hay soluciones mágicas.

El mundo necesita líderes volcados con la sostenibilidad, no porque los desafíos ambientales y sociales sean fáciles de resolver y rentables de entrada, sino precisamente porque son complicados. Por esta razón, necesitamos reorientar el poder creativo de las empresas hacia el desarrollo de soluciones.

Líderes sostenibles, levantaos y actuad.

Fabrizio Ferraro es profesor y director del departamento de Dirección Estratégica del IESE

Este especial se publica en la revista IESE Business School Insight 157.

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