El futuro del capitalismo

01El futuro del capitalismo

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¿El sistema económico más exitoso del mundo necesita una reforma? En una palabra, sí. Vale la pena reparar ese motor fiable de crecimiento y prosperidad que es el capitalismo. El consenso sobre cómo hacerlo es sorprendentemente alto entre la nueva generación de líderes empresariales.

“El capitalismo moderno tiene el potencial de elevarnos a todos a un nivel de prosperidad sin precedentes, pero actualmente está en bancarrota moral y va encaminado hacia una tragedia”, alertaba en 2018 el economista de desarrollo Paul Collier, en su libro El futuro del capitalismo. Un año después, el milmillonario Ray Dalio, fundador de uno de los mayores hedge funds del mundo, Bridgewater Associates, diagnosticaba: “Todas las cosas buenas llevadas al extremo pueden ser autodestructivas y todo debe evolucionar o morir. Esto es ahora cierto para el capitalismo”.

Reformar, reimaginar o regenerar el capitalismo: el debate existía mucho antes de que la pandemia empujara incluso a los capitalistas más incondicionales a unirse al coro de voces que piden cambios de calado.

Los líderes empresariales tienen trabajo por delante. Ahora que una nueva generación hereda un sistema necesitado de reformas, se impone una reflexión a fondo sobre el futuro del capitalismo. Ese es el reto de un curso innovador, llamado precisamente “The Future of Capitalism”, que este año han lanzado el IESE y la Universidad de Shizenkan (Tokio) con la colaboración de la School of Inspired Leadership (Delhi) y la Fundação Getúlio Vargas (Río de Janeiro).

Se impone una reflexión a fondo sobre el futuro del capitalismo

En la primera edición de este viaje educativo intercontinental se han embarcado 81 alumnos de MBA de 22 nacionalidades. Los participantes conversaron por videoconferencia con altos directivos, emprendedores, políticos, activistas y académicos de Ámsterdam, Barcelona, Boston, Delhi, Londres, Nueva York, São Paulo, Silicon Valley y Tokio, entre otras ciudades. Otra parte destacada del curso fueron las videollamadas con antiguos niños de la calle y soldado de Bangladés y de Uganda, respectivamente; personas que el sistema actual había desahuciado.

Aunque el curso se ha estrenado en plena crisis de la COVID-19, “lo bueno es que podemos estar conectados en cualquier momento y dondequiera que nos encontremos”, observa Tomo Noda, uno de sus directores académicos y profesor de la Universidad de Shizenkan. Esa posibilidad ha permitido un intercambio de puntos de vista enriquecedor, algo fundamental para el curso porque, como dice Noda, “es también un proyecto de cambio social”.

¿Qué es el capitalismo?
Podemos definir el capitalismo como “un sistema económico caracterizado por: la propiedad privada o corporativa de bienes de capital; inversiones determinadas por decisiones privadas, así como precios, producción y distribución de bienes determinados principalmente por la competencia en un mercado libre». A priori, no tiene por qué despertar recelos.

Más conciso, el profesor del IESE Jordi Canals lo definía así en 2013: “Una combinación de libertad de empresa, iniciativa emprendedora y libertad de mercado”, pero con un matiz importante: “Hasta los años 60, el consenso era que el capitalismo requería unas normas éticas y estaba al servicio del conjunto de la sociedad”. He ahí la primera señal de que, desde entonces, algo se ha torcido.

En 2015, el FMI describía el ánimo de lucro como “el rasgo esencial del capitalismo”, una afirmación que pocos discuten. Pero también hay quienes critican que es parte del problema. Hablaremos de ello más adelante.

“Hasta los años 60, el consenso era que el capitalismo requería unas normas éticas”

“No es la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses”, postuló Adam Smith en La riqueza de las naciones (1776). Considerado el padre de la economía moderna, Smith sostenía que el ánimo de lucro podía beneficiar a la sociedad en su conjunto, una visión que impulsó la Revolución Industrial. Como resume el manual del FMI respecto al capitalismo de libre mercado, en una transacción de intercambio voluntario, ambas partes tienen su propio interés en los resultados, pero ninguna puede obtener lo que quiere sin tener en cuenta lo que quiere la otra. Es este autointerés racional lo que puede llevar a la prosperidad económica”.

Aunque el capitalismo contrapone la propiedad privada a la pública, eso no significa que los Gobiernos no desempeñen ningún papel a la hora de facilitar el funcionamiento eficaz y eficiente del sistema. Por lo pronto, la regulación gubernamental es imprescindible para evitar la explotación laboral, limitar el poder de los monopolios y garantizar la libre competencia en el anhelado “libre mercado”. Asimismo, para operar, las empresas necesitan una “licencia social”, sin la cual les resultaría más difícil encontrar clientes dispuestos.

En constante evolución
Lo que entendemos por capitalismo siempre ha evolucionado, y lo sigue haciendo. En Italia desde su despacho lleno de libros, Stefano Zamagni, profesor de Economía y presidente de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, repasa brevemente su historia.

Para operar, las empresas necesitan una “licencia social”

A diferencia de la antigua “economía de mercado”, el capitalismo occidental surgió hace relativamente poco, hacia finales del siglo XVII, con la Revolución Agrícola. Su arraigo se produjo en la segunda mitad del XVIII, durante la Revolución Industrial (la época de Adam Smith), cuando el capitalismo agrícola fue sustituido por el industrial. Después, el siglo XX trajo el capitalismo financiero (lo que se conoce como “financiarización de la economía”), y el sector financiero eclipsó el resto, otra señal de los problemas que vendrían. Hoy, nos enfrentamos a un nuevo modelo vinculado a la cuarta revolución industrial y, en concreto, a las tecnologías digitales. Según Zamagni, “sabemos algo, pero no lo suficiente” sobre la forma que adoptará el capitalismo en un futuro próximo.

Desde Silicon Valley
Quien tiene una visión sobre el terreno de cómo evoluciona el capitalismo en Silicon Valley es Scott Belsky, un joven emprendedor, inversor y autor que, tras haber vendido su startup a Adobe, es el máximo responsable de producto de la empresa. Lo que ve “es emocionante y, a la vez, cada día da más miedo”.

En el lado positivo, comenta, los emprendedores de Silicon Valley, adeptos al pensamiento disruptivo y a contracorriente, suelen buscar más el impacto que los beneficios puramente económicos. Esa voluntad de obtener un impacto ofrece soluciones a los mayores retos de la sociedad, como la crisis climática, la COVID-19 y la injusticia social. Gracias a las plataformas y los servicios digitales, llegar a todo el mundo es más fácil que nunca. Belsky explica también que la creatividad ha desplazado la productividad –una labor que pueden hacer los robots o las máquinas– como el valor más preciado en las empresas. Todo eso contribuye a captar más capital y talento y a tomar impulso en el mercado.

Gracias a las plataformas y los servicios digitales, llegar a todo el mundo es más fácil que nunca

Pero la abundancia de dinero barato y, cada vez más, de emprendedores tecnológicos que se rigen por la famosa máxima de “muévete rápido y rompe cosas” tiene sus riesgos. Empresas como Facebook, Uber y Airbnb han llevado al límite la regulación sectorial y se las han ingeniado para innovar en las zonas grises. Es precisamente ahí donde están apareciendo nuevos problemas, causados por tecnocapitalistas desatados que se enorgullecen de “pedir perdón, no permiso”, y, después, ante las consecuencias no deseadas de sus actos, ni siquiera se disculpan. ¿Qué hay de la protección de datos y la privacidad? ¿Pensó alguien en que las nuevas tecnologías también podrían tener un impacto negativo si las explotaban personas sin escrúpulos? Prever los inconvenientes de los saltos creativos no es el punto fuerte de Silicon Valley, lamenta Belsky.

James Higa, exdirector sénior de la oficina del CEO en Apple, ahora director ejecutivo de la Philanthropic Ventures Foundation, también vive en Silicon Valley. Coincide en que muchos emprendedores tecnológicos “preferirían ser piratas antes que trabajar en la Armada”. Pero ve con optimismo la que puede conseguir la tecnología cuando está en buenas manos. Ya se trate de revolucionar la energía limpia o de aumentar la transparencia del dinero, Higa cree que “serán los pensadores que van a contracorriente, como los de Silicon Valley, quienes solucionen los problemas del capitalismo actual”.

¿Qué le pasa al capitalismo?
Haciendo un paralelismo con lo que Winston Churchill dijo de la democracia, podría decirse que el capitalismo es el peor sistema económico, a excepción de todos los demás que se han probado. Teniendo eso presente, veamos tres de los numerosos problemas planteados en “The Future of Capitalism”. Como observan muchos ponentes del curso, están tan interconectados que no es fácil separarlos.

1. Es insostenible: corremos el peligro de destruir el planeta. Un ejemplo ilustrativo: sabemos desde hace décadas lo perjudiciales que son la extracción y el consumo de combustibles fósiles para el medio ambiente, pero no parece que el sistema capitalista actual haga lo suficiente para frenarlos.

Desde Ámsterdam, Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace, advierte: “Una de las paradojas más perversas que recordarán las futuras generaciones no es que, aun conociendo las causas de la crisis climática, no tomáramos inmediatamente medidas para detenerla, sino que nuestros Gobiernos siguieran ofreciendo incentivos y subsidios a los mismos sectores que la provocaron”.

El capitalismo es el peor sistema económico, a excepción de todos los demás que se han probado

Según Morgan, los combustibles fósiles reciben el triple de dinero en inversiones y subsidios que las soluciones verdes: “Rescatar compañías aéreas no es recortar emisiones”.

El capitalismo sin límites es extractivo, y los recursos de nuestro planeta, finitos, insiste Morgan. El éxito, en el lenguaje capitalista, se mide por lo que creces, lo cual es insostenible. El sistema ha alentado el consumo por encima de las posibilidades de nuestro planeta.

2. Está amañado: los ganadores se lo llevan casi todo. Está demostrado que la forma más fácil de ganar dinero es si ya lo tienes. Pensemos, por ejemplo, en la retribución de los CEO en los últimos años. Con el fin de alinear sus incentivos con los de los accionistas, se les paga una gran parte de su sueldo en opciones sobre acciones. Como las bolsas se han disparado gracias a los rescates aprobados durante la crisis de la COVID-19, los CEO en concreto han amasado una auténtica fortuna, por la que muchos pagan muy poco en impuestos. Al mantener sus opciones sobre acciones en bolsa y obtener préstamos para acumular más propiedades, los impuestos que pagan los multimillonarios son escandalosamente bajos, como indican estudios recientes.

No son pocos los problemas éticos, económicos y sociales asociados a una desigualdad desbocada

No son pocos los problemas éticos, económicos y sociales asociados a una desigualdad desbocada. Uno de ellos es la “proliferación casi constante de escándalos corporativos”, como aseguran Stephen J. Smulowitz y John Almandoz en “Predicting employee wrongdoing: The complementary effect of CEO option pay and the pay gap”, un estudio cuantitativo de bancos estadounidenses en el período 2007-2013. Los autores han hallado evidencias de una relación directa entre los sueldos inflados de los CEO y los comportamientos negativos de los empleados. O sea, los fraudes y otros problemas éticos proliferan más allí donde la brecha salarial es más grande, probablemente porque se sustituye la ética en la toma de decisiones por el “¿qué puedo sacar yo de esto?”, una actitud alimentada por la sensación de injusticia y la envidia.

Ese fenómeno se da especialmente cuando la retribución del CEO en opciones sobre acciones es alta, lo que podría indicar que le interesa más el precio de las acciones que los sistemas de control de la empresa. El estudio subraya que la retribución de los directivos, tanto en términos de incentivos como de estatus, puede influir en la mala conducta de los empleados.

Los bucles de realimentación negativa que exacerban la desigualdad amenazan el tejido social. Según Ray Dalio, la búsqueda del beneficio produce un bucle de realimentación que se autorrefuerza y amplía la brecha de ingresos, riqueza y oportunidad hasta el punto de que el capitalismo está “en peligro”. En una entrada que se ha hecho viral, Dalio avisa de que los recursos están yendo a lo que quieren los que más acumulan y no a lo que quieren los que menos tienen, que incluye necesidades tan básicas como una buena atención y educación para sus hijos”.

3. Se incide en el crecimiento del PIB a expensas del bienestar. En la mayoría de los países, el PIB pesa más que la Felicidad Nacional Bruta o índice de bienestar, que sí utiliza, por ejemplo, Bután. Como dice Zamagni, el capitalismo actual “favorece el crecimiento, pero no el desarrollo”. Es decir, no está pensado para garantizar el desarrollo humano, entendido como la educación, la salud, un sistema legal justo, un medio ambiente sano y otros derechos fundamentales que redundan en beneficio del bien común.

Los fraudes proliferan más allí donde la brecha salarial es más grande

Para muestra, el acceso a una atención sanitaria asequible. Es todo un problema en Estados Unidos, donde cada vez hay más “muertes por desesperación”, célebre expresión acuñada por los economistas Anne Case y Angus Deaton en su libro Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo. El país más rico del mundo (en PIB, por supuesto) tiene uno de los sistemas sanitarios más caros y de acceso más difícil, el cual, de hecho, contribuye a su PIB, pero no al bienestar de sus ciudadanos. La esperanza de vida en Estados Unidos ha caído debido al abuso de opiáceos, los suicidios y otros comportamientos autodestructivos.

El libro de Case y Deaton ha abierto nuevas líneas de investigación. Por ejemplo, el estudio “Housing wealth, health and deaths of despair”, de Ariadna Jou (UCLA) y los profesores del IESE Núria Mas y Carles Vergara, establece una relación directa entre riqueza y salud.

¿Hay solución?
En cuanto proyecto social, la finalidad del curso “The Future of Capitalism” es inspirar a los alumnos para construir un mundo mejor. Sus ponentes proponen soluciones a nivel global, sistémico, organizacional, local y personal.

Cambio global y de sistema. “Construir un mundo mejor –más verde, seguro, feliz y sano– está a nuestro alcance, pero exige una cooperación global sin precedentes”, asegura Morgan. “También un cambio de sistema, no retoques a medio cocinar aquí y allá. Necesitamos nuevas normas e inversiones, no adaptar ni reformar un sistema viejo y fallido para salvarlo. Sin un cambio fundamental de las normas comerciales o financieras, por ejemplo, no puede haber una recuperación económica justa”.

En opinión de Morgan, al trabajar dentro del sistema capitalista actual nos hemos cerrado a otras alternativas. La crisis de la COVID-19 “podría ser justo la oportunidad que necesitamos para abrirnos al despegue y posterior implantación de los modelos socioeconómicos alternativos que han resurgido en la última década”, defiende. Sin abogar por ningún modelo en particular, Morgan apunta varias fuentes de inspiración, como la economía del bienestar propuesta por la Alianza de la Economía del Bienestar, los principios de los People’s Sustainability Treaty (Tratados de Sostenibilidad de las Personas) defendidos por la red Radical Ecological Democracy (Democracia Ecológica Radical), la economía social solidaria de la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social Solidaria, y la economía del dónut (por la forma de su gráfico), un modelo en el que la actividad económica es regenerativa y distributiva y tiene un “techo ecológico” y una “base social”.

La crisis de la COVID-19 podría ser la oportunidad que necesitamos

¿Puede haber un cambio dentro del capitalismo moderno, incluso a nivel internacional? Sí, es posible. Por ejemplo, en julio de este año, 130 países y territorios que representan más del 90% del PIB mundial unieron fuerzas para reformar el impuesto de sociedades a escala global, de forma que las multinacionales no podrán deslocalizar su sede a aquellos países con una fiscalidad más baja y se las obligará a pagar un impuesto mínimo global del 15% allí donde operen. Como ha manifestado el ministro de Economía de Francia, Bruno Le Maire, esta reforma “pondrá fin a la carrera a la baja” de la tributación corporativa. Lo más probable es que las grandes tecnológicas a las que se acusa de evadir impuestos, como Amazon y Facebook, sean las más afectadas. Los gobiernos podrán usar ese dinero extra para financiar objetivos de desarrollo.

Entre los cambios sistémicos también se pueden contar las nuevas métricas, mentalidades y responsabilidades, así como el paso de un enfoque basado en los accionistas a otro basado en los grupos de interés, que están adoptando empresas de todo el mundo (ver Alternativas globales, que enmarca las diferentes expresiones del capitalismo que hay en el mundo para ofrecer una perspectiva más allá de tu realidad social, cultural y política).

Cambio organizacional. En el fondo, “las empresas son el núcleo del capitalismo”, escribe Paul Collier. “El desprecio masivo que se le tiene al capitalismo –tildado de avaricioso, egoísta y corrupto– se debe en gran medida al deterioro del comportamiento [de las empresas]”. A lo que añade: “Si hay un rasgo del capitalismo moderno que repele a la gente, es la obsesión por el beneficio”. ¿Cómo pueden salir las empresas de esa espiral?

Entre los cambios sistémicos se pueden contar las nuevas métricas, mentalidades y responsabilidades

“Las empresas necesitan una licencia social para operar”, recalca Francesco Vanni d’Archirafi, ex-CEO de Citi Holdings y filántropo residente en Londres. Cuidar de los grupos de interés, y no solo de los accionistas, es fundamental para el éxito a largo plazo, algo que, según Vanni d’Archirafi, se admite cada vez más en el sector financiero y otros sectores. “Los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo y los Objetivos de Desarrollo Sostenible ya encabezan la agenda de todo el mundo”, asegura. De hecho, apunta, crece el número de empresas que abrazan un nuevo compromiso ético: “Queremos dejar el mundo mejor de como lo encontramos”.

A nivel organizacional, “hay que poner el propósito en el centro del gobierno corporativo”, sostiene Canals. “Define una razón clara de por qué existe la empresa, establece ciertos estándares de eficacia corporativa y de creación de valor, orienta la organización hacia el largo plazo y ayuda a alinear a los distintos grupos de interés” (ver las entrevistas a Paul Polman, Nitin Nohria y Rebecca Henderson).

Cambio personal. Reconocer el potencial de las empresas para mejorar las cosas es también reconocer el de sus líderes a nivel individual. ¿Cómo se produce ese cambio personal?

En el curso “The Future of Capitalism”, los líderes empresariales del futuro compartieron su visión de cómo será el capitalismo en la próxima década. Hubo muchos hilos en común en sus presentaciones, en las que reconocieron la valía de la visión a largo plazo y de las medidas favorables al bienestar y la sostenibilidad (ver Control de cambios).

Sobre todo, se mostraron optimistas respecto al potencial de las redes sociales como medio para impulsar un cambio positivo. En concreto, creen que esas y otras plataformas digitales pueden igualar el terreno de juego al atraer el mejor talento global y dar voz a quienes no la tenían hasta ahora. Como buena nativa digital, la nueva generación está en condiciones de usar las herramientas de forma más responsable.

La nueva generación está en condiciones de usar las herramientas de forma más responsable

En el debate de la clase surgió una idea realmente audaz: dar más sentido al dinero digital e informar de su procedencia. Las nuevas monedas serían más transparentes, con lo que los líderes podrían adaptarlas a la misión de sus empresas. Imaginemos que los tokens contuvieran todo tipo de información sobre las cadenas de suministro, como por ejemplo si sus prácticas son sostenibles y de comercio justo. Codificar esos datos para aumentar la transparencia del dinero no debería ser ningún problema para una generación acostumbrada a servicios de transferencias con el móvil, como M-Pesa, por no mencionar las criptomonedas.

Como suele ocurrir, en esa idea y su implementación se superponen las opciones personales, el liderazgo empresarial, los compromisos organizacionales y el cambio de sistema. La responsabilidad individual es un valor añadido, ya que estimula el cambio empresarial e incluso sistémico desde arriba.

“Me encanta la idea del líder como arquitecto social que reúne a las personas idóneas en torno a las preguntas correctas. Así que seguid haciendo preguntas. Formaos más allá de vuestras clases”, les pidió a los alumnos de MBA Anil Sachdev, de la School of Inspired Leadership. “Nos hemos embarcado en una búsqueda: ¿qué es el capitalismo? ¿Y la empresa? ¿Qué hacemos por los demás y por nuestras esperanzas, sueños y aspiraciones colectivas? ¿Damos lo mejor de nosotros mismos en las empresas, para que sean una plataforma de impacto realmente positivo y no lo que son ahora?”.

Como señalan los ponentes del curso, el capitalismo no es una ley física; es un sistema comercial creado hace 400 años que refleja los valores y prioridades de cada generación. Al igual que los gobiernos, imperios y dinastías que se han sucedido a lo largo de la historia, tendrá legitimidad mientras responda a los valores humanos y atienda todas nuestras necesidades.

La edición de 2022 de “The Future of Capitalism” tendrá la vista puesta en abrir el curso a más escuelas de dirección para aumentar su impacto. El objetivo es que en la edición de 2024 sea una plataforma global que convoque a unos 300 alumnos de 30 escuelas, junto con otros colaboradores del mundo empresarial.

No te lo pierdas

Tres documentales y una película que quieren concienciar sobre los daños colaterales del capitalismo.

Salvar el capitalismo
2017: 73 minutos
“Vamos camino de convertirnos en una sociedad dual, compuesta por unos pocos ganadores y un grupo mucho mayor de estadounidenses olvidados”, dice Robert Reich, exsecretario de Trabajo de Estados Unidos y profesor de la Universidad de California en Berkeley. En este documental de Netflix, basado en su libro homónimo de 2015, Reich se dirige sobre todo a esos olvidados: “Nadie en nuestra sociedad, en el país más rico de la historia del mundo, debería estar tan asustado, angustiado e inseguro como tanta gente actualmente”, afirma. “La partida está amañada”.

Una verdad muy incómoda: ahora o nunca
2017: 99 minutos
Una década después de que Una verdad incómoda (2006) sensibilizara a la opinión pública sobre el cambio climático, esta secuela continúa la misión del exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore de salvar el planeta. La buena noticia es la firma del Acuerdo de París en 2016. La mala, que queda mucho por hacer. “La próxima generación tendrá todo el derecho a preguntarnos: ‘¿En qué estabais pensando? ¿No oíais a los científicos? ¿No oíais a la madre naturaleza gritando?’”.

Inside Job
2010: 108 minutos
¿La crisis financiera de 2008 fue un “sabotaje interno”? Es lo que sugiere el título de este documental, un potente alegato apoyado en entrevistas a personas que ocupaban puestos de poder durante la crisis o la siguieron de cerca. Según su director, trata de “la corrupción sistémica del sector de servicios financieros de Estados Unidos y de sus consecuencias”. Por desgracia, y a diferencia de las películas de Hollywood, los presuntos malos se salen con la suya.

Diamante de sangre
2006: 143 minutos
Una recreación ficticia de los horrores del comercio de diamantes de sangre o conflicto, como el de un niño obligado a luchar con soldados rebeldes. Ambientada en la guerra civil de Sierra Leona, a finales de los años 90, la película está protagonizada por Leonardo DiCaprio. Un contrabandista de diamantes se ve envuelto en la historia de una familia desgarrada por fuerzas que valoran más las piedras preciosas que la vida humana.

Control de cambios

02El futuro del capitalismo

Para reequilibrar el capitalismo, incorpora estos cambios a tu agenda. Son los que sugirieron en el curso “The Future of Capitalism”, además de los que presentaron los dos mejores equipos de MBA, formados por alumnos de Brasil, China, India, Japón, Países Bajos, Perú, España, Estados Unidos y Zimbabue.

Cambia de métrica para medir lo que más valoras

En lugar de obcecarte con la rentabilidad para el accionista, ten en cuenta a los grupos de interés y mide tu éxito según los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo y los ODS de Naciones Unidas.

Si eres una cotizada o una gran empresa, redacta tus informes siguiendo las recomendaciones del Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras relacionadas con el Clima. Aunque existen otros estándares de transparencia para las memorias de sostenibilidad, ese es el que más se utiliza actualmente, y, por tanto, el que más posibilidades tiene de convertirse en el estándar global.

Prioriza los resultados a largo plazo frente a los trimestrales. Los informes semestrales garantizan la transparencia con los grupos de interés (según los requisitos de la Comisión Europea), y las previsiones pueden ser a varios años vista.

Adapta las métricas y el lenguaje de tu empresa con objetivos multilaterales más amplios, como el Pacto Verde Europeo o los ODS. De ese modo, ayudarás a que su impacto sea mayor.

Recuerda las limitaciones del PIB –mide los precios, no el valor creado– siempre que leas las noticias, decidas dónde invertir o fundamentes tus decisiones de negocio.

Gestiona con visión de conjunto

Paga salarios moderados a los altos directivos para no subir el listón de tu sector.

Asigna un sueldo digno a los nuevos empleados, que sobrepase las expectativas del salario mínimo interprofesional.

Diseña la estrategia corporativa, el modelo de negocio, la I+D y las prácticas de inversión teniendo en cuenta la sostenibilidad y el bien común.

Trata de ganar, o recuperar, la confianza en los sistemas e instituciones de los que formas parte.

 

Pon el propósito en el centro

Ayuda a los miembros de tu empresa a sentirse parte de la misión y conecta con los grupos de interés.

Alinea incentivos y propósito corporativo.

Vela por la ética en todo, incluidos el diseño de los algoritmos y los informes financieros. Considera crear nuevos puestos, como el de “asesor de ética en IA” o el de “asesor de ética financiera”, por ejemplo.

Invierte en el bienestar de las personas

Valora la diversidad a la hora de reclutar talento y trabaja por la inclusión y la igualdad.

Permite el trabajo flexible.

Escucha, empatiza y da confianza cuando trabajes con otras personas, tanto presencial como virtualmente.

Revisa tu relación con el dinero

Piensa en el dinero como un medio de intercambio y no como un fin en sí mismo. El dinero que más hace por el bien común es el que circula.

Estudia cómo añadir más datos al dinero mediante la tecnología. La información ESG sobre las cadenas de suministro y las prácticas comerciales, por ejemplo, podría hacer que el dinero circulante fuera más transparente.

Sé un activista por el cambio

Trabaja tu propio círculo de influencia: ¿quiénes son hostiles al cambio? ¿Quiénes se muestran receptivos? ¿Quiénes lo están haciendo ya? Céntrate en los del medio: son los que podrás sumar a la causa. Cuando la balanza se incline, los demás os seguirán para no quedarse fuera.

Resístete al negacionismo y al pesimismo: “Nunca va a cambiar nada” es el argumento de quienes quieren mantener el statu quo. Busca un debate o un tema que te interese personalmente e implícate, primero a nivel local y después ampliando tu alcance. Defiende con firmeza el cambio o cambios que propones hasta que la iniciativa voluntaria se convierta en un nuevo valor de la empresa.

Alternativas globales

03El futuro del capitalismo

Muchas de las crisis del capitalismo derivan de cómo se practica en el Norte, con consecuencias en el Sur. Aquí presentamos diferentes enfoques de todo el mundo.

Fotografía:

BRASIL

La selva amazónica, el aire acondicionado de nuestro planeta, ahora emite más CO2 del que puede absorber debido a los incendios y la deforestación, a menudo provocados para obtener tierra cultivable, capaz de producir bienes exportables. La relajación de los controles ambientales está en consonancia con la liberalización de la economía. Tradicionalmente, Brasil ha tenido fuertes políticas sociales dirigidas a erradicar la pobreza y desigualdad, como las transferencias directas de dinero a familias con dificultades para que los niños no tengan que elegir entre la escuela o trabajar. Pero el progreso se ve amenazado por las tendencias políticas populistas y nacionalistas, por lo que las reformas institucionales son más urgentes que nunca. En el mismo continente, hay algunos movimientos para garantizar la soberanía alimentaria, dando a las comunidades, en lugar de a las corporaciones, el control sobre la forma en que se producen, comercializan y consumen los alimentos; de hecho, Ecuador lo ha consagrado en su Constitución. “No podemos seguir haciendo lo mismo”, señala el presidente de la Fundação Getúlio Vargas, Carlos Ivan Simonsen Leal. «Es crucial luchar contra la corrupción y reconstruir la confianza, sin la cual no puede haber un capitalismo saludable».

ÁFRICA

«Yo soy porque nosotros somos». De ahí el concepto de ubuntu. Aunque es complicado generalizar en un continente tan grande como África, lo que tienen en común es la mentalidad colectivista, con énfasis en trabajar juntos por el bien común (conocido como harambee en Kenia). Para muchos africanos, el capitalismo tiene connotaciones negativas, relacionadas con el colonialismo y la globalización, los cuales han tendido a explotar los recursos del continente. Aunque algunos de los primeros líderes poscoloniales, como Kwame Nkrumah, de Ghana, consideraron al capitalismo como parte del problema, muchos de los líderes actuales reconocen que el sector privado puede y debe desempeñar un papel de liderazgo en el desarrollo del continente. Una mejor forma de capitalismo, llamado africapitalismo, reflejaría los valores africanos y promovería la creación de valor para todos los grupos de interés con el fin de garantizar que los beneficios se queden en África. La Fundación Tony Elumelu en Nigeria, por ejemplo, ha prometido 100 millones de dólares durante 10 años para ayudar a las pymes locales. Su objetivo es empoderar a 10.000 emprendedores para 2025. Hasta la fecha, ha ayudado a más de 9.000.

INDIA

En 2022 se cumplen 80 años desde que Gandhi inició el movimiento para poner fin al dominio colonial británico en India. Uno de sus sellos distintivos fue la no violencia, una tradición que se remonta al antiguo sabio indio Patanjali (200-150 a.C.), quien la identificó como una virtud clave del liderazgo. La violencia no es solo física, sino que puede producirse a través de sistemas que subyugan y explotan a otros. Eso lleva a Ravi Chaudhry, un líder de pensamiento en India, a preguntarse: “¿Por qué nosotros, como sociedad, no cambiamos las métricas para motivar y recompensar ese tipo de ética saludable?”.

B. Muthuraman, quien trabajó casi 50 años para el famoso grupo indio Tata, explica que el propósito de los negocios es mejorar la calidad de vida de las personas, reinvertir parte de las ganancias en la sociedad y contribuir a la construcción de la nación. Ese fue uno de los principios fundacionales de Tata en 1868, que instituyó una jornada laboral de ocho horas, atención médica gratuita y baja de maternidad mucho antes de que existieran en la legislación nacional. Tata tiene una estructura de propiedad única, con dos tercios del capital social en fideicomisos filantrópicos públicos que solo se pueden gastar en desarrollo social y comunitario. Muthuraman cree que cuidar a los trabajadores e ir más allá del mínimo requerido por la ley es más que posible y, de hecho, rentable. “Yo diría que se puede ser rentable, crecer y satisfacer a los accionistas al mismo tiempo que se satisface a la sociedad, se hace el bien y se respeta el medio ambiente”.

JAPÓN

Resulta muy oportuno que, en 2024, el nuevo billete de 10.000 yenes lleve la imagen de Eiichi Shibusawa (1840-1931), fundador del primer banco de Japón. Conocido como el padre del capitalismo japonés, su visión estaba más cerca de lo que hoy podríamos llamar capitalismo de los grupos de interés. Para él, las Analectas (las enseñanzas de Confucio) eran inseparables del ábaco (que simboliza el dinero), lo que significa que la economía debería tener una dimensión moral, y los frutos del trabajo deberían reinvertirse en la sociedad. De hecho, escribió un libro sobre el tema, Rongo to Soroban (Las Analectas y el ábaco). Aparte de la ética confuciana, también influye en el capitalismo japonés el sintoísmo, o Kami no michi, que significa «el camino de lo divino». Eso enfatiza la importancia de que las personas vivan en armonía con su medio ambiente, contribuyendo a mantener la unidad e integridad de la nación. Como creía Shibusawa, el objetivo de los negocios no es acumular riqueza propia, sino brindar mayor riqueza a la nación y al pueblo.

FUENTE: Basado en las sesiones “Capitalism and International Conflicts”, “Inconvenient Truth Continues”, “Trust: Sine Qua Non of Capitalism” y “Eastern Philosophies”, que tuvieron lugar entre febrero y abril de 2021 como parte de la asignatura “The Future of Capitalism”, impartida en el MBA del IESE.

Paul Polman y Nitin Nohria: “Esta vez es distinto”

04El futuro del capitalismo

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“Creo que el capitalismo sigue siendo el mejor motor para crear prosperidad en el mundo. La principal razón para reinventarlo es que, si no lo arreglamos, estaremos peor”. Así habla Nitin Nohria. Paul Polman está de acuerdo: “No estoy tan preocupado por el capitalismo desde el punto de vista conceptual como por la manera en que podemos hacerlo más sostenible, inclusivo y funcional para las generaciones venideras”. Así lo aseguraron en un panel celebrado en el IESE.

Después de una década como CEO de Unilever, Polman ahora usa su voz e influencia para empujar a los líderes de la industria a transformar la forma en que se hacen negocios y promover los ODS defendidos por la ONU, que él ayudó a desarrollar. Del mismo modo, después de una década como director general de Harvard Business School, Nohria reflexiona sobre la educación de los líderes empresariales, la cual debe prepararlos para los desafíos que se avecinan. Los problemas son grandes. Por eso, señalan, necesitamos un nuevo tipo de líder.

¿Qué ha salido mal?
Paul Polman: Nuestro sistema económico ya estaba fallando antes de la pandemia: había gente que se estaba quedando atrás, creciente desigualdad y deuda para las generaciones futuras. La COVID-19 lo empeoró. El lastre financiero, combinado con los billones gastados para lidiar con la crisis, ha hecho que la gente se dé cuenta de que los costes en que estamos incurriendo son significativamente más altos de lo que correspondería si hubiéramos tomado las decisiones correctas e invertido en las cosas adecuadas. Esos gestos hubieran evitado los problemas en primer lugar.

Nitin Nohria: Después de cada crisis, ya sean como la financiera de 2008 o como la de la COVID-19, seguimos viendo una recuperación en forma de K, donde los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres. De manera más general, nuestras economías se están volviendo estructuralmente más en forma de K. Tenemos que encontrar una forma de cambiar eso. El apoyo al capitalismo y la democracia llega cuando ambos crean una prosperidad compartida. No creo que a la sociedad le importe tanto la desigualdad en cuanto a resultados siempre que a todos les vaya mejor en general. Las personas comienzan a sentirse ansiosas por la desigualdad si un grupo sigue empeorando mientras que a otro le va mejor. Si hay rigideces estructurales que determinan a quién le va peor y a quién mejor, como ocurre en el mundo en el que estamos, entonces se pierde la confianza en los sistemas e instituciones.

¿Hay señales de cambio?
P.P.: Cada vez más personas se están dando cuenta de que nuestro sistema económico actual no funciona, y están exigiendo más a sus Gobiernos y a las empresas. Las encuestas de directores generales muestran que la gran mayoría quiere salir mejor de la crisis y hacer las cosas de manera diferente, no simplemente volver a lo anterior. Eso es distinto de lo que sucedió después de la crisis financiera mundial de 2008, cuando no aprendimos las lecciones ni tomamos las medidas necesarias. Por aquel entonces, se creía que los bancos eran demasiado grandes para quebrar, pero que la gente era demasiado pequeña para importar. Creo que esta vez es distinto. Estamos viendo algunos puntos de inflexión, como el despertar de los mercados financieros a los estándares ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés). Vemos empresas que operan bajo un modelo económico de múltiples grupos de interés, a largo plazo, con un propósito en el centro, y esas empresas están obteniendo mejores resultados. Los Gobiernos están redefiniendo los contratos sociales en todos los ámbitos, desde la atención médica y la seguridad social hasta las transiciones justas, tal como hizo Roosevelt con el New Deal después de la Gran Depresión, cuando Estados Unidos introdujo la seguridad social y un crecimiento económico más inclusivo. Estamos tratando de descarbonizar nuestras economías, de subordinar los mercados financieros a la economía real, y no al revés. Comenzamos a dar un giro histórico en forma de U respecto a los modelos económicos.

¿Todo son buenas noticias?
P.P.: ¡No lo celebremos antes de tiempo! Se han hecho muchas promesas, pero la velocidad y la escala a la que nos movemos son insuficientes. Siempre que se intenta realizar cambios en el sistema actual, este retrocede. Todavía hay muchos intereses creados y cuellos de botella por resolver.

«Comenzamos a dar un giro histórico en forma de U respecto a los modelos económicos»

¿Tiene sentido trabajar con el sistema? ¿O es mejor buscar alternativas?
N.N.: A lo largo de la historia de la humanidad, ha existido una tensión entre la acción individual y la colectiva. Solíamos creer que el lugar de la acción individual es el sector privado, y que la colectiva pertenece al Estado. Así es como coordinábamos la acción, con el Estado creando las políticas, estructuras, incentivos y legislación para permitir y restringir la acción individual. Si bien el Estado puede seguir siendo la mejor entidad para la acción colectiva, lo cierto es que depende de un gobierno eficaz, y eso no es lo que vemos en la mayoría de los países hoy en día. Como pragmático, veo que se están logrando más avances a través de los ciudadanos y las entidades privadas que emprenden acciones colectivas por sí mismos.

P.P.: Dado que los problemas son tan grandes y la capacidad de los Gobiernos para trabajar juntos y mirar a largo plazo es limitada, aquí es donde creo que la industria tiene un papel que desempeñar. Las empresas responsables deben llenar ese vacío. No pueden concentrarse ciegamente en su propia organización ni ser espectadoras del sistema que les ha dado la vida. Deben convertirse en parte del cambio.

N.N.: Siento que el enfoque de una empresa que no actúa sola, sino que trabaja con otros socios y a través de ellos, es lograr que más personas de su sector actúen y se comprometan con un conjunto de estándares altos. Esa es la forma en que podemos comenzar a reconstruir la confianza social. No creo que la gente confíe en que un gobierno o una empresa vayan a resolver esos problemas. De la misma manera que creamos instituciones multilaterales gubernamentales, necesitamos crear instituciones multilaterales privadas que generen confianza en la sociedad, de modo que, cuando nos comprometamos con la acción colectiva, realmente la llevemos a cabo.

¿Los líderes empresariales están listos?
P.P.: Se necesita liderazgo moral, fuerza de voluntad y coraje. Como representantes de nuestras organizaciones, debemos ser firmes para asegurarnos de que todo el dinero dedicado a estimular la economía global se gaste correctamente. Necesitamos comenzar a medir lo que más valoramos, no solo calculando el retorno de la inversión, sino también los del capital social y ambiental. Sin duda, necesitamos líderes más valientes, que antepongan los intereses de los demás. El coraje proviene de la palabra francesa coeur, que significa corazón. Nos hacen falta líderes que trabajen no solo con la cabeza sino con el corazón, y que ante todo sean buenos seres humanos, con empatía, compasión, humildad y humanidad. Esas son las palabras para describir a los líderes del futuro. Líderes que piensen de forma multigeneracional, pensadores sistémicos que acepten la complejidad, la conviertan en simplicidad, y actúen. Líderes que entiendan el poder de la cooperación para conseguir el bien común.

¿Las escuelas de negocios están preparando a ese tipo de líderes?
P.P.: La visión miope de Milton Friedman sobre la primacía de los accionistas sigue siendo la premisa básica de la mayoría de las escuelas de negocios. Si no cambiamos el núcleo de nuestra educación empresarial, no cambiaremos el del liderazgo.

N.N.: La educación de los líderes consiste en el saber, el hacer y el ser. El saber consiste en acumular conocimientos. El hacer va de aplicarlo de manera rigurosa y disciplinada. El ser es el carácter de la persona que lo hace. ¿Cuál es la identidad que tienes como líder empresarial? Durante los últimos 100 años, la educación corporativa ha hecho un gran trabajo para avanzar en el saber, le ha ido menos bien al traducir ese conocimiento al hacer, y, peor aún, al traducirlo al ser.

Sin embargo, en los últimos 10 años, creo que eso ha cambiado. Ahora tenemos una generación de personas para quienes el ser, los valores que quieren expresar en los negocios, se han vuelto más claros. El problema ahora es que no estamos seguros de cómo aparejarlos con el saber y el hacer.

El quality movement nos proporciona una lección objetiva. Durante mucho tiempo, la gente tuvo buenas intenciones sobre la producción de calidad, pero fue necesaria la fabricación lean, todo un sistema de ideas sobre la producción, para convertir esa aspiración en una práctica mundial en la que todos pudiesen confiar. Creo que debemos hacer lo mismo con el medio ambiente, los salarios dignos, etc. Podemos enseñar flujo de caja descontado, pero ¿cómo enseñamos a calcular los impactos ambientales de una manera igualmente rigurosa? ¿Cuáles son los mejores modelos? Necesitamos preparar a esta generación, que tiene sus valores bien definidos, con el conocimiento y las herramientas necesarias para actuar de acuerdo con los mismos.

Si no cambiamos el núcleo de nuestra educación empresarial, no cambiaremos el del liderazgo

¿Qué más tiene que cambiar?
P.P.: Los rankings. Mientras sigamos clasificando las escuelas de negocios en base a los salarios, la banca y la consultoría serán el enfoque principal de la mayoría de los estudiantes, y Milton Friedman prevalecerá. Las escuelas deben tomar los ODS como modelo y convertirlos en el núcleo de su plan de estudios. Necesitan combinar materias de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) con Humanidades para poder resolver problemas del mundo real. Necesitamos inculcar un sentido de propósito para las personas y el planeta en los líderes del mañana.

N.N.: Uno de los experimentos más emocionantes que he visto es un curso de informática que incluye ética aplicada. Alguien del departamento de filosofía participa en cada clase y empuja a los estudiantes a pensar en la pérdida de privacidad que resulta de los efectos de la red, o en los sesgos que resultan de los algoritmos de IA, y otras cuestiones éticas que, de otro modo, quizá tendrían en cuenta solo por encima. Esos expertos en ética ayudan a crear una conversación mucho más rica sobre la interacción entre la tecnología y la sociedad, más que la que habría si un miembro de la facultad de ciencias de la computación hubiera lanzado preguntas similares. En general, las escuelas de negocios han hecho un mejor trabajo al incorporar STEM en su plan de estudios, con más tecnología, aprendizaje automático y análisis de datos, pero un trabajo menos bueno a la hora de integrar la ética y las humanidades en la educación empresarial. Necesitamos fomentarlas más.

¿Alguna última idea?
P.P.: Nunca en la historia nos han advertido tanto ni hemos estado tan preparados. Muchos de nosotros hemos tenido la suerte de ganar la lotería de la vida: tenemos libertad financiera e intelectual, podemos elegir el trabajo que queremos y ocupamos posiciones privilegiadas, reservadas para solo el 5% de la población mundial. Mi pregunta es: ¿tú qué has hecho para ganártelo? ¿Qué harás con ello? El reto que propongo es simple: si perteneces a este 5%, ponte al servicio de los demás y vive con un propósito.

Nitin Nohria es director general de Harvard Business School de 2010 a 2020. Distinguished Service Professor de la Universidad de Harvard.
Paul Polman es uno de los defensores de los ODS designados por la ONU. CEO de Unilever de 2009 a 2019. Autor de Net positive: How courageous companies thrive by giving more than they take.

Rebecca Henderson: “Las empresas deben implicarse”

05El futuro del capitalismo

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Rebecca Henderson cree firmemente en la capacidad del capitalismo para sacar a millones de personas de la pobreza y difundir la libertad, la innovación y la prosperidad por todo el mundo. Sin embargo, en el contexto actual de inmensa degradación ambiental, creciente desigualdad, populismo y extenso malestar social, cree que ha llegado el momento de reinventarlo mediante empresas con propósito.

¿El propósito de una empresa no es ganar dinero?
Bueno, sí, pero lo que realmente queremos es que estén comprometidas de corazón con un propósito más allá de la maximización de beneficios. Parafraseando a Colin Mayer (profesor de Saïd Business School de la Universidad de Oxford), un propósito lleva a resolver los problemas de manera que sea rentable y sin causar nuevas complicaciones. No está reñido con los rendimientos financieros; de hecho, existen vías para lo que mis colegas de Harvard Business School, Michael Porter y Mark Kramer, denominan “oportunidad de valor compartido”. En esencia, implica resolver grandes problemas sociales y, al mismo tiempo, ganar dinero.

¿No existen algunos problemas, como el cambio climático, que son simplemente demasiado grandes para que los resuelvan las empresas?
Algunos podrían argumentar que los acontecimientos globales, como el cambio climático, son problemas relativos a bienes públicos y, como tales, deben abordarlos los Gobiernos. De hecho, como es un dilema que requiere acción colectiva, es posible que las Administraciones deban tomar la iniciativa. Ahora bien, las multinacionales tienen un papel fundamental en la gestión de los cambios sistémicos, ya que están en una posición única para crear valor compartido, reconfigurar las finanzas y desarrollar la cooperación.

En el caso del cambio climático, por ejemplo, está claro que para muchos negocios existen razones para abordarlo, con miles de millones de dólares de por medio. Walmart es un ejemplo: obtuvieron mil millones de dólares en ganancias incrementales en cuanto a resultados finales después de reajustar la eficiencia de su flota de camiones y reducir significativamente sus emisiones de energía y gases de efecto invernadero. Otro ejemplo es Elon Musk de Tesla, cuyo enfoque en los vehículos eléctricos casi con certeza ha acelerado la transformación de la industria mundial del automóvil en apenas cinco o seis años, al tiempo que ha ido construyendo una de las compañías de coches mejor valoradas del mundo.

Aunque las acciones individuales de esas compañías pioneras aún no bastan para hacer un cambio radical, sin duda son un paso en la dirección correcta. Inspiran cambios positivos en las demás empresas, tanto dentro como fuera de sus sectores; especialmente en aquellas que se encuentran en medio de una transformación, como ocurre con la energía eléctrica, el transporte, la agricultura y la construcción. Una vez que una se atreve y demuestra que se puede ganar dinero, las demás la siguen.

«Ha llegado el momento de reinventar el capitalismo mediante empresas con propósito»

¿Podemos confiar en que las empresas innovarán y se autorregularán cuando sus resultados finales exijan lo contrario?
¡No, no podemos! Sabemos por la ciencia política y la economía del desarrollo que las sociedades prósperas se erigen sobre tres cimientos.

El primero son los mercados genuinamente libres. Son el corazón de la libertad y la prosperidad. Ahora bien, los mercados funcionan cuando los precios reflejan los costes reales, siendo “real” el término clave. Hemos visto numerosos casos en los que las ganancias se maximizan en detrimento de la salud mundial y el bienestar social. Por ejemplo, la electricidad a base de carbón es barata porque las empresas no están pagando por el daño que causa: miles de millones en costes de atención médica y la muerte de cientos de miles de personas, sin mencionar sus efectos duraderos en el medio ambiente. Generar electricidad a carbón por valor de 10 dólares cuesta al menos ocho para la salud humana y otros ocho más para el medio ambiente. Son costes que no se tienen en cuenta en los resultados finales, sino que la sociedad los paga… y eso no es justo.

Igual de injustos son los enormes costes ocultos de comercializar petróleo y gas, o carne roja. Aquellos que intentan construir una economía limpia tienen que competir con otras empresas cuya destrucción de nuestra salud y del medio ambiente está siendo subsidiada.

En ese tipo de casos, el gobierno debe tomar medidas para cambiar las reglas del juego y poner precio a esas externalidades. Después de todo, no es un mercado libre si las empresas pueden presionar a los Gobiernos y fijar las reglas en su propio beneficio. Deben ser contrarrestadas por gobiernos elegidos democráticamente, transparentes, responsables y capaces de evitar que se generen externalidades negativas masivas que degraden los sistemas ambientales, educativos y sanitarios. Esa es la segunda condición necesaria.

Asimismo, existe la necesidad de un tercer componente clave: una sociedad civil fuerte para garantizar el estado de derecho, una democracia próspera y una prensa libre.

Sin embargo, en un contexto de gran malestar global e instituciones bajo presión, para preservar la legitimidad del capitalismo, necesitamos una cuarta cosa: las empresas deben implicarse.

¿Cuál es el incentivo para que las empresas aborden tales externalidades e incorporen un propósito a su razón de ser?
La investigación realizada durante los últimos 20 años indica que las empresas impulsadas por un propósito alcanzan niveles más altos de rendimiento corporativo, en base a sus resultados financieros, innovación y productividad.

Los datos sugieren que las empresas, en su conjunto, tienen un profundo interés económico en resolver problemas sociales complejos, como el cambio climático, la exclusión racial y la desigualdad. El crecimiento económico es más fuerte y sostenible en sociedades con gobiernos sólidos y democráticamente responsables, pues proporcionan un marco consistente para la maximización de las ganancias.

Desafortunadamente, la autorregulación voluntaria es casi imposible a nivel mundial, por lo que se necesita un enfoque integral. El sistema debe adoptar una perspectiva a largo plazo, ofrecer incentivos económicos significativos para la cooperación, hacer un seguimiento del comportamiento corporativo y sancionar a las empresas que no cumplan.

Dejando a un lado los incentivos económicos, todo se reduce a hacer lo correcto. Hubo una conocida viñeta política que lo supo plasmar: dentro de 20 o 30 años, no queremos terminar diciendo: “Sí, destruimos el planeta… pero durante un precioso momento de la historia creamos mucho valor para los accionistas”.

«Dejando a un lado los incentivos económicos, todo se reduce a hacer lo correcto»

¿Eso no supone un conflicto con los accionistas?
En esencia, hay dos razones por las que los inversores tienen interés en resolver grandes problemas sociales y ambientales.

En primer lugar, los inversores, especialmente los muy grandes, no pueden diversificarse para evitar riesgos sistémicos importantes, como el cambio climático o la inestabilidad política. Cada vez más, se reconoce que la degradación ambiental es responsable de las inundaciones masivas, los incendios forestales y el tan perceptible colapso de los sistemas agrícolas de los países vulnerables. No será bueno para los inversores si hay tensión en el suministro de alimentos o desplazamientos masivos de personas. Además, será difícil ganar dinero si la mayoría de la gente cree que los ricos están destrozando el planeta porque les conviene.

Ya estamos viendo una disminución de la confianza en las élites, tanto de la izquierda como de la derecha, y un movimiento hacia el populismo, especialmente en el mundo desarrollado, donde gran parte del crecimiento reciente se ha concentrado en el extremo superior de la distribución del ingreso y donde la movilidad social ha disminuido constantemente. Hemos llegado hasta el punto que, por estadística, el adulto estadounidense promedio no puede esperar que sus hijos vayan a vivir mejor que él.

Los inversores inteligentes se han dado cuenta de que las empresas deben cumplir un propósito social. De lo contrario, dejarán de tener una sociedad o un entorno en el que ganar dinero. Incluso Larry Fink de BlackRock ha dicho que las empresas deben beneficiar a todas sus partes interesadas… lo cual, si tenemos en cuenta su cargo, es revelador.

En segundo lugar, preocuparse por esos temas es, de hecho, un tema estratégico. Los consumidores quieren productos sostenibles, y están cada vez más dispuestos a utilizar su poder de consumo contra las marcas tóxicas. Particularmente en las industrias en las que existe presión en lo relativo a los recursos, como en la reducción de desechos y descarbonización, hay enormes oportunidades y fortunas que hacer, y los inversionistas se están dando cuenta de ese potencial. Allí donde ellos vayan, otros los seguirán; no solo las empresas que deseen participar, sino también las personas con más talento.

¿Esos grandes problemas podrían derivar en una hoja de ruta para el crecimiento y la captación del talento?
Por supuesto. Tanto los mileniales como la generación del baby boom exigen cada vez más que su trabajo tenga sentido, y las empresas están comenzando a hablar del propósito como una estrategia de atracción de talento. Casi el 90% de los directivos señalan que una empresa con un propósito compartido consigue una mayor satisfacción de los empleados. Una nueva investigación en economía y psicología destaca el papel del propósito en la motivación intrínseca, en oposición al enfoque tradicional del palo y la zanahoria. Si una empresa tiene un propósito, es más probable que atraiga a empleados que quieran hacer lo correcto.

Rebecca Henderson es profesora de Harvard Business School y autora de Reimagining Capitalism in a World on Fire (2020)
+ INFO: Henderson habló sobre propósito corporativo en el marco de la Corporate Governance Conference organizada por el IESE y el ECGI en octubre de 2020. La próxima jornada organizada por el IESE Center for Corporate Governance (IESE CCG) y el ECGI tendrá lugar del 4 al 5 de octubre de 2021, y abordará el papel de los consejos en la estrategia corporativa en entornos inciertos. Contacto: ieseccgconference@iese.edu.

Los cuatro pilares del cambio de Rebecca Henderson

1. Construye un negocio que ofrezca precios justos y siga siendo rentable.

2. Persuade a tus competidores para que hagan lo mismo.

3. Asegúrate de que los inversores comprenden que se puede ganar dinero.

4. Insta a los gobiernos a que regulen los precios para que sean justos y así acaben con los oportunistas.

Hacia un futuro mejor

06El futuro del capitalismo

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Por Franz Heukamp

Ante tanta injusticia y desigualdad en el mundo, combinada con la amenaza inminente del cambio climático, es fácil desanimarse. Sin embargo, cuando miro hacia adelante, veo fuertes motivos para el optimismo.

Hay una oleada de descontento por los problemas sistémicos que han dado lugar a algunas prácticas de negocio disfuncionales, cuyas consecuencias ya estamos sufriendo. Con el fin de abordar los desafíos globales del cambio climático y la creciente desigualdad social, las personas se están uniendo para entender cómo pueden reinventar la empresa.

El capitalismo ha sido una de las fuerzas más importantes para impulsar la prosperidad mundial. Sin embargo, a pesar de la promesa de que mejora vidas, no es infalible.

Como escribe el Papa Francisco en su Encíclica de 2020 sobre fraternidad y amistad social (Fratelli Tutti), centrarse únicamente en el lucro por el lucro subvierte el propósito original de los negocios. “Las capacidades de los empresarios tendrían que orientarse al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificadas. Siempre, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso. (…) El mercado solo no resuelve todo. (…) Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su función económica”.

La pandemia ha mostrado “la fragilidad de los sistemas mundiales” y “ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado”. “Tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”, recuerda el Papa.

Es sumamente alentador que tantas mentes brillantes y destacadas del mundo se concentren, colectivamente, en explorar y proponer soluciones sobre cómo podemos mejorar para restablecer el equilibrio.

No se trata de restar importancia a los desafíos que tenemos ante nosotros. No hacer daño ya no es suficiente. Necesitamos líderes empresariales dispuestos a dar un paso adelante y generar un impacto positivo en la sociedad de manera proactiva, revitalizando y reforzando el contrato social por el que las empresas operan.

Necesitamos líderes empresariales dispuestos a dar un paso adelante y generar un impacto positivo en la sociedad de manera proactiva

Tampoco debemos volvernos complacientes y contentarnos, simplemente, con tener fe en que las generaciones futuras solucionarán estos problemas por nosotros. Al contrario, debemos utilizar nuestros propios círculos de influencia para impulsar un cambio sistémico.

No será fácil. Tocará repensar, desde cero, no solo cómo llevamos a cabo nuestras operaciones diarias, sino cómo nuestros sistemas están incentivando, midiendo y regulando industrias enteras. También implicará una colaboración coordinada entre disciplinas, sectores y regiones.

También está claro que las escuelas de negocios tienen un papel clave en la enseñanza del verdadero propósito de los negocios y su papel en la sociedad, poniendo “la dignidad humana de nuevo en el centro”. Necesitamos asegurarnos de que brindamos las herramientas que necesitan los líderes empresariales, tanto del presente como del futuro, para traducir sus buenas intenciones en un impacto positivo decisivo.

Los movimientos dentro del sector de la educación empresarial me animan a incorporar la ética y el propósito en todos los programas y actividades, así como a equipar a los participantes con nuevos marcos y conocimientos sobre la gestión de organizaciones sostenibles.

El curso “The Future of Capitalism”, que el IESE puso en marcha en 2021 con la Universidad de Shizenkan, nuestro socio estratégico en Japón, es un gran ejemplo de ello. Más que un mero curso de MBA, es un programa diseñado “para promover el cambio social”, como lo describe mi buen amigo Tomo Noda. El hecho de que reúna a tantas escuelas e instituciones diferentes en diversos continentes habla de su espíritu de colaboración. Después de todo, los problemas globales necesitan soluciones globales.

Por supuesto, todavía queda mucho por hacer. Tenemos que reformar nuestras empresas, sectores y sistemas educativos como parte de esfuerzos globales más amplios para promover una forma de capitalismo más inclusivo y sostenible, y será un trabajo duro. Sin embargo, no debemos olvidar por qué es necesario hacerlo. Hemos visto el poder de las empresas para impulsar un cambio positivo. Pero, para continuar en esa dirección, necesitamos encontrar nuevas y mejores soluciones que hagan del mundo un lugar más justo, verde e inclusivo. Aparte de cualquier motivo económico, se trata, en última instancia, de asegurar el futuro a largo plazo de las personas que nos rodean y del planeta.

Franz Heukamp es director general de IESE Business School. Junto con Tomo Noda, de la Universidad de Shizenkan, es uno de los impulsores del curso “The Future of Capitalism”.

Este especial se publica en la revista IESE Business School Insight 159.

Este contenido es exclusivamente para uso individual. Si deseas utilizar este material en clase, puedes adquirir las copias que necesites en formato PDF en IESE Publishing.